Debo confesar que recientemente traigo un conflicto con el concepto fracaso. Sigo leyendo el libro El arte de Dirigir, de Mario Borghino, y me encuentro una frase genial que relaciono al fracaso.
Y para hacerla de emoción te la diré más adelante porque, antes, quisiera preguntarte, ¿cuándo fue la vez más reciente que asignaste la etiqueta de fracaso a algo que no te salió como esperabas? ¿Cómo te sentiste por eso?
Durante mi juventud, escuché la frase “Quien obedece no se equivoca” de manera recurrente, tanto en lo social como en lo profesional.
En retrospectiva, entiendo que así es como se hacían las cosas. Pero hoy, con ya algunos años metido en asuntos de procesos de gestión, no comprendo su aplicación a rajatabla en ciertos estilos de liderazgo.
“El fracaso es un trampolín hacia el éxito”, indica Arianna Huffington, escritora y columnista estadunidense. Cuando repienso los procesos de toma de decisión para algunos de mis clientes, procuro que entiendan que el fracaso es parte de la gran ruta hacia la consecución de resultados.
En este sentido, las habilidades y competencias de liderazgo debieran favorecer la rápida asimilación de los inputs generados como consecuencia de actividades que se alejan de lo esperado y facilitar el realineamiento de los esfuerzos.
La frase es, “el secreto eterno del líder es pecar por acción, no por omisión”.
Al solucionar problemas, hay mil formas de equivocarse. La RAE define fracaso como “Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio”.
Para tu paz mental, comprende que el fracaso es una oportunidad para tu liderazgo. El truco es revisar el proceso y evitar a toda costa que sea recurrente. ¿Cómo lo resuelves? Con estrategias de tutorado, de comunicación ágil, y empoderando a tu gente con competencias ad hoc según su puesto.
¿Platicamos?
