¿Cómo procesas tus ánimos cuando tienes que negociar algo? Algunos, los atendemos con pláticas ejecutivas muy puntuales; otros, con juntas de planeación exhaustivas; y otros, de plano, lo sacamos en terapia.
Y es que, negociar, provoca estrés, incertidumbre y desorientación, y a pesar de tal presión, debemos ser muy competentes y efectivos para arreglar todo de manera efectiva. Y esto no lo hace cualquiera, ¿cierto?
En una estructura organizacional, hay posiciones que, por su alcance, requieren de una capacidad de negociación importante. Y la verdad, es que no siempre de evalúa esa competencia en el candidato al puesto.
Y es que hay un aspecto, en el arte de negociar, que suele ser muy difícil de librar: el ego.
Usualmente, cuando entramos a un proceso de negociación, buscamos siempre la forma de ganar (sea lo que sea que se esté planteando), o al menos, no permitir que el otro se salga con la suya.
Entonces, lo que suele ocurrir es que los canales se cierran, no hay diálogo ni conciliación, nada se resuelve y se pierde la oportunidad de concretar algo. Fatal. Tiempo perdido.
Quien no sabe en qué ceder, carece de la visión y el compromiso de propiciar avances significativos, relevantes y productivos.
Negociar, es privilegiar el bien mayor, el que compete a todos, y dejar fuera el bien personal.
El buen negociador requiere: capacidad de análisis, de tomar decisiones, habilidades superiores de comunicación, y sobre todo, asertividad y empatía ante los planteamientos del interlocutor.
La negociación, es la puesta en práctica tus habilidades de gestión a un nivel superior.
Es como en los videojuegos: serás mucho mejor conforme vas repitiendo etapas, identificando los retos y usando los recursos que has ido recolectando.
Y tú, ¿cómo llevas tus negociaciones? Deseo que con éxito.