Algo curioso pasa después de las vacaciones. Luego de unos días de ausencia, algunas de las personas de nivel directivo y ejecutivo con quienes trabajo en mentoría o coaching se manifiestan afligidos porque les cuesta trabajo retomar el ritmo que traían antes del break, y eso les genera emociones que detonan el sentimiento de lo que llamo “cruda de productividad” o, para ponerle un nombre más acá, viven un “jetlag management”.
Ya lo he dicho, pero aquí va de nuevo: la gestión es un músculo que se entrena a diario; cuando, por tomar días de relax, se pausa el ritmo de liderazgo, se genera la sensación de haber perdido la calibración en la ejecución de los procesos clave.
Según el estilo de trabajo del directivo o ejecutivo, recuperar el control toma más o menos tiempo, ya que entran en juego variables organizacionales importantes como el entorno, la planeación, la disponibilidad de recursos y la capacidad, entre otros.
Ante esto, siempre recomiendo aplicar la matriz de Eisenhower para clasificar las actividades por realizar y recuperar el timing.
Sólo para recordar, la matriz establece los criterios urgente (o no) e importante (o no, otra vez) para identificar lo que hay que hacer, distribuirlo en los cuadrantes y asignar los recursos clave para que sea atendido o, en su caso, eliminado.
Mi recomendación para usarla es: primero, conocer la lista de pendientes; segundo, analizar cada uno con los lentes de los planes organizacionales; tercero, asignarles su lugar en los cuadrantes; y cuarto, ejecutar lo pertinente.
Recuerda: la gestión efectiva se mide por resultados, no por apasionamientos. Cada tarea en los cuadrantes es como una liga que resiste cierta tensión, y si buscas acelerar el proceso, es probable que haya una ruptura.
No presiones, aplica el buen criterio, amigo.