Con mi solidaridad con Nexos
México no se rindió, concluyó satisfactoriamente el ciclo escolar y hoy iniciamos a distancia el ciclo escolar 2020-2021”, dijo este lunes el secretario de Educación Pública. Yo creo lo contrario: que México se rindió, pues optó por el regreso a clases a distancia.
A principios de la primavera, frente a la emergencia que produjo la pandemia, la mayoría de los países optó por privilegiar a los adultos sobre los niños: 90 por ciento de los niños en el mundo dejó de ir a la escuela. Esa respuesta, escandalosa, ha sido cuestionada estas semanas, cuando se debate qué hacer con el salón de clases. Los padres están asustados: saben que las escuelas son grandes, que están llenas de niños que no van a observar las reglas del distanciamiento. Pero las pérdidas que implica mantener cerradas las escuelas en los meses por venir, indefinidamente, son catastróficas. Los niños aprenden menos, pierden el hábito de aprender y pierden, sobre todo, la experiencia de la escuela: la experiencia de convivir y aprender con los compañeros y los maestros en un espacio que es común y en que, por eso, todos son iguales. El cierre de las escuelas afecta a los niños más pobres, que por lo general no tienen una conexión adecuada ni un entorno educado, y que, vulnerables a la violencia de sus padres y mal alimentados, resienten más las consecuencias del aislamiento. La organización Save the Children calcula que cerca de 10 millones de niños, sobre todo niñas, podrían abandonar la escuela en estos meses. La educación es el mejor camino para salir de la pobreza: negarla a los niños tendrá consecuencias profundas para el resto de su vida. Decía arriba que, frente a la emergencia, la mayoría de los países optó por privilegiar a los adultos sobre los niños. Hay agregar algo más: optó por privilegiar a los ricos sobre los pobres.
Los países escandinavos señalaron, con su ejemplo, otro camino: abrieron las escuelas la semana pasada, a pesar de que los casos de contagios han subido en Dinamarca, Noruega y Suecia. Por dos razones. Una, porque existe la convicción de que los niños deben ser la prioridad frente a los otros grupos de la población y, otra, porque los niños no parecen ser fuentes importantes de contagio (son sobre todo los adultos los que contagian a los niños). En Noruega, el ministro de Educación dijo que su objetivo era mantener las escuelas abiertas, “pues estamos muy conscientes de las consecuencias negativas de cerrarlas”. En Dinamarca, la decisión de reabrirlas se tomó tras considerar un derecho esencial: el gobierno aceptó que las clases a distancia no podían garantizar que los niños recibieran la educación de calidad a la que tienen derecho. En Finlandia, el gobierno consideró que el derecho a la educación de los niños pesaba más que el riesgo para la salud que implicaba el regreso a clases. Hay diferencias: en Dinamarca, los padres pueden elegir si mandan a sus hijos a la escuela y en Finlandia, en cambio, al reabrir las escuelas no habrá ya la posibilidad de educación a distancia. Pero el acuerdo de abrirlas es revelador de la posición que ocupan los niños en las distintas sociedades que forman la comunidad internacional. En los países escandinavos, los niños, y su bienestar, ocupan una posición muy alta.
Investigador de la UNAM (Cialc)
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