Hay momentos en la historia en los que las decisiones políticas trascienden los discursos y se convierten en acciones que marcan generaciones. Lo que ocurre en Tula, Hidalgo, bajo el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum y con el respaldo del gobernador Julio Menchaca, es exactamente eso: una transformación profunda que busca revertir décadas de rezagos y convertir a una de las regiones más afectadas ambientalmente en un modelo de justicia ambiental y desarrollo sostenible.
La Cuarta Transformación llegó a Tula con una misión clara: devolver la dignidad a una comunidad que durante décadas fue sacrificada en nombre del progreso. Mientras otros gobiernos ignoraron la magnitud del problema, permitiendo que más de 182,000 toneladas de contaminantes afectaran a 476,000 hidalguenses, la 4T tomó la decisión histórica de colocar la salud y el bienestar de las personas en el centro de la agenda.
La conversión de la termoeléctrica de combustóleo a gas natural es parte central de este proceso. Avanzar en este cambio no ha sido sencillo: aún no ha concluido y enfrenta rezagos heredados, así como resistencias de intereses que durante años se beneficiaron de la contaminación y dejaron inconclusas obras clave.
Sin embargo, los avances son firmes y una vez completado, este esfuerzo permitirá reducir en un 99.98% las emisiones de dióxido de azufre. Esto significará un cambio tangible en la vida diaria: niños que podrán jugar al aire libre con mayor seguridad, familias menos expuestas a enfermedades respiratorias y comunidades con menores riesgos asociados a padecimientos graves. A este esfuerzo se suma la modernización de la coquizadora de Pemex, que permitirá disminuir de manera importante la producción de combustóleo, cerrando así uno de los ciclos más dañinos para la calidad del aire en la región.
Con ello, se garantiza que la transición energética en Tula no dependa de un solo proyecto, sino de una estrategia integral que fortalece el objetivo de aire más limpio y una matriz energética más sustentable. La visión de la Cuarta Transformación, sin embargo, no se limita a las emisiones. El Polo de Desarrollo de Economía Circular representa una apuesta innovadora: transformar residuos en insumos productivos, plásticos en textiles, escombros en materiales de construcción y desechos orgánicos en bioenergía y fertilizantes. Es un modelo que no solo reduce la presión ambiental, sino que también genera empleos, fomenta innovación y convierte lo que antes era un problema en motor de desarrollo para Hidalgo.
Otro frente es la recuperación ambiental de la cuenca del Valle del Mezquital, donde por años las descargas industriales y municipales deterioraron ríos, suelos y cuerpos de agua. Hoy se impulsa un plan integral con nuevos colectores, modernización de plantas de tratamiento y fortalecimiento de la infraestructura hidráulica, con el objetivo de que el agua fluya cada vez más limpia y se reduzcan efectos como la proliferación del lirio acuático en la presa Endhó.
La recuperación de la cuenca no es solo infraestructura: es garantizar agua más sana para la agricultura, rescatar ecosistemas y devolver dignidad a las comunidades que han vivido por décadas en condiciones adversas.
Lo que ocurre en Tula debe entenderse como lo que realmente es: un proceso de transformación ambiental que, aunque gradual, sienta bases firmes para replicarse en todo el país. La meta de convertirla en “la ciudad más limpia y de mejor calidad de vida del país” no es una promesa de campaña, sino un compromiso de Estado, respaldado por ciencia, planeación y voluntad política.
La experiencia de Tula muestra que el desarrollo económico y la protección ambiental no están en oposición, sino que pueden potenciarse mutuamente. Con aire más limpio, agua más pura y un modelo de economía circular en marcha, la Cuarta Transformación demuestra que la justicia ambiental es también justicia social, y que garantizar un entorno sano es condición indispensable para el bienestar de la gente.