Política

Hiroshima y Nagasaki

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El 6 de agosto de 1945, a las ocho y cuarto de la mañana, estalló una bomba sobre la ciudad de Hiroshima, transportada por el bombardero americano B-29 Enola Gay. Murieron 120 mil personas, la mitad en unos segundos, mujeres y niños en su mayoría, indiscriminadamente, como consecuencia de esa bomba. Tres días más tarde, el 9 de agosto, a las once de la mañana, una segunda bomba cayó sobre Japón. El avión que la llevaba, el bombardero americano B-29 Bockscar, despegó de la base militar de Tinian hacia la ciudad de Kokura. Pero debido a problemas de niebla, según una versión, o a causa de un problema de combustible, según otra versión, el bombardero desvió su ruta hacia otra ciudad: Nagasaki. Murieron en el acto más de 70 mil personas. La bomba de uranio usada en Hiroshima, llamada Little Boy, era menos poderosa que la bomba de plutonio de Nagasaki, llamada Fat Man. Pero fue más destructiva y más mortífera.

Hace 80 años de todo esto, pero la pregunta sigue vigente. ¿Por qué fue necesario, para los Aliados, arrojar esas bombas sobre Japón?

La guerra en Europa había terminado en mayo de 1945, con la rendición incondicional de Alemania Nazi. Pero la guerra contra Japón, feroz y sangrienta, continuaba en el Este. Las batallas de Iwo Jima y Okinawa provocaron la muerte de más de 180 mil soldados, entre japoneses y americanos, británicos y australianos. Los Aliados buscaban derrotar a Japón con armas convencionales. “La operación Downfall se diseñó para invadir las islas japonesas y lograr la rendición incondicional deseada”, dice el historiador Stephen Walton, director del Imperial War Museum en Londres. “Los Aliados previeron que sus fuerzas no estarían listas para iniciar la operación hasta noviembre de 1945 y esperaban que toda la campaña se prolongara hasta bien entrada la primavera de 1946. Se asumió que, en este sentido, la operación Downfall supondría inevitablemente un alto costo para los invasores. Las estimaciones varían mucho, aunque los peores escenarios preveían varios millones de bajas americanas, entre muertos y heridos”. Además, los japoneses tenían en su poder alrededor de 100 mil prisioneros americanos e ingleses y era temido que, en caso de invasión, serían masacrados por los comandantes de los campos.

Todo esto aumentó el deseo de encontrar otra solución para ganar la guerra. Y en ese contexto ocurrió, con éxito, la prueba de la primera bomba atómica del mundo, en el desierto de Nuevo México, el 16 de julio. La bomba ofrecía esa solución. Los Aliados no dudaron en actuar en consecuencia. El 26 de julio, el presidente Truman lanzó un ultimátum a Japón: exigía la “rendición incondicional”, pues habría de lo contrario, dijo, “una destrucción rápida y total”. Estas son las razones que explican, en general, por qué los Aliados decidieron arrojar esas bombas sobre Japón. Pero hay otras. Una de ellas fue señalada por el gran historiador A. J. P. Taylor. Los americanos, dijo, decidieron utilizar la bomba (“ya que la tenían, más les valía usarla”) para disuadir a los soviéticos, para advertirles que no siguieran avanzando por Europa. El emper


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Carlos Tello Díaz
  • Carlos Tello Díaz
  • Narrador, ensayista y cronista. Estudió Filosofía y Letras en el Balliol College de la Universidad de Oxford, y Relaciones Internacionales en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Ha sido investigador y profesor en las universidades de Cambridge (1998), Harvard (2000) y La Sorbona. Obtuvo el Egerton Prize 1979 y la Medalla Alonso de León al Mérito Histórico. Premio Mazatlán de Literatura 2016 por Porfirio Díaz, su vida y su tiempo / Escribe todos los miércoles jueves su columna Carta de viaje
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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