Gaza tiene una historia que abarca miles de años. Fue gobernada, destruida y repoblada por una infinidad de imperios, pueblos y dinastías. En el siglo XX fue una provincia del Mandato Británico de Palestina hasta 1948 cuando tras la guerra árabe-israelí, el territorio fue ocupado por Egipto. Israel lo conquistó en 1967, luego de la guerra de los Seis Días. Permaneció bajo control de Jerusalén hasta 1994, cuando pasó a manos de la Autoridad Nacional Palestina, como parte de los Acuerdos de Oslo. En 2005, Israel retiró sus fuerzas y en 2007, tras un enfrentamiento con Fatah, Hamás tomó el control de Gaza. El 7 de octubre de 2023 su brazo armado invadió el sur de Israel: mató alrededor de mil doscientas personas, secuestró a doscientas cincuenta. En represalia, Israel bloqueó, bombardeó y ocupó la Franja. Desde entonces, cerca de dos millones de personas han sido desplazadas y cuarenta y seis mil han muerto.
La IPC, un organismo establecido hace veinte años para identificar las hambrunas en el mundo, la confirmó hace unos días en Gaza (las había registrado antes solo en Somalia y en Sudán). Más de medio millón de personas sufren hambruna, estima la IPC, caracterizada por “privación extrema de alimentos, desnutrición aguda y muertes relacionadas con la inanición”. La hambruna se concentra por ahora sobre todo en la Ciudad de Gaza, pero para finales de septiembre abarcará el resto de la Franja. No hay alimentos. La producción nacional se ha desplomado. “Más del 98 por ciento de las tierras cultivables están dañadas o son inaccesibles”, informa The Economist. “Solo el 26 por ciento de las ovejas, el 34 por ciento de las cabras, el 4 por ciento del ganado vacuno y el 1 por ciento de las aves de corral han sobrevivido a la guerra. La pesca ha cesado debido a las restricciones impuestas por Israel. Los precios de los alimentos son ruinosos (150 veces superiores a los niveles anteriores a la guerra)”.
Pero el hambre y la catástrofe son el resultado de la decisión del gobierno de Israel de bloquear, desde marzo, toda la ayuda alimentaria que llegaba a Gaza. Israel estableció después puntos de distribución de alimentos en el centro y el sur del territorio, pero más de mil palestinos murieron asesinados por los soldados israelíes mientras acudían a los puntos de distribución, o murieron pisoteados mientras hacían cola para recibir alimentos. Las fotos de niños esqueléticos han recorrido el mundo. En diciembre de 2023, Israel fue acusado de cometer genocidio en Gaza, ante la Corte Internacional de Justicia. El consenso, hoy, está contra su gobierno. Países que antes eran firmes partidarios, como Alemania, han puesto un límite. Todo esto puede cambiar, para siempre, la actitud del mundo hacia Israel.
Hamás pudo haber evitado esta tragedia liberando a los rehenes y renunciando a Gaza. Es corresponsable de los crímenes. Por qué entonces el mundo señala solo a Israel, pregunta Thomas L. Friedman en el New York Times. “Porque exige a Israel un nivel más alto que a Hamás”, responde. “Porque es capaz de distinguir entre una guerra librada por la supervivencia del Estado judío y una guerra librada por la supervivencia política de su primer ministro. Y, por último, porque el mundo ya no puede mirar hacia otro lado, como ha hecho durante meses”.