Thomas Friedman publicó recientemente una columna que es lectura obligada para quienes tenemos interés en la educación superior y la ciencia, titulada “I Just Saw the Future. It Was Not in America” (The New York Times, 2/04/25). El texto describe su visita al campus de I+D de Huawei en China: un ecosistema con 35 mil científicos, ingenieras y técnicos donde convergen talento, infraestructura y un propósito nacional claro: liberarse tecnológicamente de Occidente. Lo están logrando.
El mensaje es contundente: el futuro de la innovación ya no está en EEUU. Mientras en Washington se debaten guerras culturales y arancelarias, China digitaliza, automatiza y fortalece a sus universidades y centros de investigación con Inteligencia Artificial. Y todo eso no se logra solo con dinero o disciplina autoritaria, sino con lo que Friedman llama un “club de fitness” nacional, basado en una educación STEM masiva, una colaboración público-privada y una visión estratégica de largo plazo.
México no tiene 1,400 millones de habitantes como China ni los recursos de investigación de EEUU, pero sí cuenta con una posición geoestratégica privilegiada y un sistema de educación superior que podría fungir como puente entre ambos mundos, si le apostamos más a la colaboración internacional.
Hoy más que nunca, fortalecer nuestras capacidades científicas y tecnológicas exige multiplicar los programas binacionales de investigación, consolidar redes académicas trilaterales e impulsar el intercambio de estudiantes y profesores con las potencias que hoy marcan el ritmo de la transformación global.
Friedman propone una fórmula provocadora para el vecino del norte: Made in America, con trabajadores estadounidenses, pero con capital y tecnología chinas. A nivel nacional se podría adaptar como: Innovación mexicana, con talento local, en alianza con el conocimiento global. Una política educativa y científica con visión de largo plazo, con las universidades y la industria como pilares.
No se trata de elegir entre potencias, sino de insertar a México en el tablero global del conocimiento. Como dice Friedman, la interdependencia ya no es una opción, es una condición. Definamos qué tipo de interdependencia queremos: una que nos fortalezca o una que nos condene a la irrelevancia.