Carlos Fuentes, en su obra maestra La muerte de Artemio Cruz (1962), nos entrega más que una novela: nos brinda un retrato de la descomposición moral de México a través de un solo hombre. Artemio Cruz no es únicamente un personaje: es un símbolo del país que soñó con la justicia, luchó por ella... y luego la traicionó. En tiempos donde la corrupción, la violencia y el abuso del poder siguen marcando la vida nacional, esta obra cobra nueva vigencia.
Artemio Cruz, en su lecho de muerte, recuerda su vida: su participación en la Revolución, sus amores, traiciones, negocios turbios, y la manera en que construyó su poder sobre la mentira. A través de estos recuerdos, Fuentes revela una crítica feroz a las élites de la política mexicana: "Tuviste poder. Lo usaste. Nunca pensaste que lo que hacías estaba mal. No te importó"
Esa frase interna, dicha en segunda persona, expone la conciencia degradada de un hombre que, al igual que muchos líderes actuales, nunca se detuvo a pensar en las consecuencias éticas de sus actos. Cruz traiciona todo lo que amó: su compañera revolucionaria, su hijo idealista, sus principios. "Vendiste tierras, conciencias, palabras. Hiciste negocios con el dolor de otros"
Esto resuena poderosamente en un México actual donde los desaparecidos, los desplazados, y los silenciados se cuentan por miles. El negocio ilegal del huachicol, el narco incrustado en el poder, la violencia en las calles que no se detiene, los desaparecidos, impunidad, abuso de poder, etcétera.
En la novela, el poder siempre viene acompañado de violencia y traición. Artemio mata, extorsiona y corrompe. Esa violencia estructural es la misma que hoy azota al país, no sólo en forma de balas, sino también en omisiones: cuando se ignora una desaparición, cuando se encubre una masacre, cuando se protege al poderoso.
“Nadie te juzgará. Nadie sabrá. Todos hacen lo mismo” Al terminar esta novela encontramos un final sin redención, Cruz muere solo, atormentado por sus recuerdos. En sus últimas palabras, una súplica desesperada:
“Decir. Decirlo todo. Contarlo todo. Que me escuchen. Que me recuerden distinto…”
Pero ya es demasiado tarde. El país, como Artemio, no ha sabido redimirse.
Leer a Carlos Fuentes hoy no es solo un ejercicio literario, sino un acto de memoria y conciencia. La muerte de Artemio Cruz es un espejo roto donde México aún puede verse reflejado.