La tragedia de Hamlet de William Shakespeare es el drama más extenso de Shakespeare y la tragedia más importante en lengua inglesa. Hamlet es más que una obra sobre la venganza, es un profundo análisis de la duda, la legitimidad y las consecuencias del poder. Hamlet, el príncipe danés, se debate entre la acción y la indecisión, entre la justicia y la corrupción, en un reino donde la ambición ha trastocado el orden político
Estos dilemas encuentran eco en la realidad mexicana contemporánea, especialmente en el inicio del gobierno de Claudia Sheinbaum, quien asume el poder en un contexto de altas expectativas y complejas tensiones. Al igual que Hamlet, Sheinbaum se enfrenta a un escenario marcado por los vicios de un gobierno anterior, el de Andrés Manuel López Obrador, cuya sombra sigue vigente en la política nacional.
Hamlet carga con la figura de su padre asesinado y la exigencia de vengar su memoria; Sheinbaum, en cambio, carga con el legado de la “Cuarta Transformación” y la expectativa de darle continuidad sin perder su propio espacio y autonomía. En ambos casos, la figura del pasado actúa como un fantasma que condiciona el presente y obliga a tomar decisiones que definirán la legitimidad de su poder.
La indecisión de Hamlet, que lo lleva a reflexionar constantemente antes de actuar, puede compararse con la tensión que enfrenta Sheinbaum entre mantener la lealtad al proyecto político que la llevó al poder y marcar un estilo propio de gobierno. Si Hamlet se pregunta “ser o no ser”, Sheinbaum enfrenta el dilema de “continuar o transformar” dentro de un movimiento que se presenta como revolucionario, pero que también está lleno de contradicciones, intereses y pugnas internas. Lo vemos en los constantes excesos y abusos de los miembros de su partido.
Otro punto de conexión es el tema de la corrupción y la justicia. Hamlet se mueve en un reino carcomido por la traición y el interés personal, donde la verdad se oculta detrás de máscaras. México, por su parte, atraviesa un panorama donde la lucha contra la corrupción sigue siendo uno de los grandes desafíos. Sheinbaum tiene frente a sí la tarea de demostrar si podrá romper con viejas prácticas de poder o si, como en Elsinor, las intrigas palaciegas terminarán debilitando la confianza de la sociedad.
Finalmente, Hamlet nos recuerda que la tragedia del poder no radica solo en la ambición, sino en la incapacidad de tomar decisiones claras y firmes. Para Sheinbaum el reto será evitar la parálisis que caracteriza al príncipe danés y convertir la duda en acción, mostrando que el liderazgo puede ir más allá de la herencia de un mentor y construirse una imagen propia.