La tregua es una novela del escritor uruguayo Mario Benedetti que narra la vida de Martín Santomé, un hombre viudo y cercano a jubilarse que se enamora perdidamente de su compañera de trabajo. Esta novela fue publicada en 1960, y está ambientada en Montevideo, Uruguay.
La tregua, con su tono íntimo y melancólico, puede parecer lejana al torbellino político y social que vive México. Sin embargo, al mirar con atención, la figura del protagonista Martín Santomé y su efímero respiro de felicidad reflejan, en clave literaria, la situación de un país que tras años de desencanto creyó encontrar una tregua... solo para descubrir su fragilidad.
Durante décadas México ha transitado entre la corrupción institucional, la violencia, la desigualdad y el desencanto ciudadano. Con la llegada de la llamada Cuarta Transformación, millones depositaron su esperanza en un cambio real: justicia social, dignidad, paz. Fue un momento similar al de Santomé cuando conoce a Avellaneda: una ilusión que prometía devolverle el sentido a una existencia marcada por la frustración.
No obstante, al igual que en la novela, esa tregua ha mostrado ser transitoria. La violencia no ha cesado, los abrazos no han sustituido a las balas, y la polarización política ha agudizado el desencanto. Las promesas de transformación muchas veces han quedado atrapadas en discursos, mientras se repiten viejas prácticas de clientelismo, centralismo y opacidad. Como Santomé, el pueblo mexicano se enfrenta al dolor de descubrir que la esperanza puede ser tan fugaz como una historia de amor interrumpida.
Y aunque esa experiencia deja marcas —porque algo cambia al vivirla— también exige una reflexión madura: no basta con ilusionarse, es necesario construir colectivamente un país más justo y coherente, más allá de los líderes y de las treguas temporales. En este sentido, La tregua no es solo una historia de amor frustrado, sino una advertencia: si no se rompen los ciclos de rutina, indiferencia y resignación, la sociedad seguirá atrapada en pausas que no llevan a una transformación verdadera. México, como el personaje de Benedetti, merece algo más que una tregua. Merece un porvenir duradero.
