Cuando la invasión de Estados Unidos a Irak, en la búsqueda de unas inexistentes armas de destrucción masiva, la televisión se había instalado de manera tal en la maquinaria bélica que los reporteros de algunas cadenas iban embedded, es decir, empotrados en vehículos que participaban en el golpe a Sadam Husein y el espectador veía en CNN o Fox News todas las noches, en vivo, el avance.
Y cada noche aparecía el vocero del gobierno de Husein, en uniforme militar, jurando que estaban causando decenas y decenas de bajas en los ejércitos de los infieles y que en cosa de días los habrían echado. A cada pregunta sobre el evidente cierre del cerco en torno del gobernante, corroborado en vivo por las televisoras cada noche tiempo de México, el hombre aquel explotaba en su muy buen inglés.
El asunto es que un día el vocero ya no llegó a la conferencia tradicional que ofrecía a la prensa extranjera y nadie supo de él durante los eventos que derivaron en la captura del dictador iraquí sino hasta semanas o acaso meses después, cuando fue detenido y después liberado por las fuerzas militares invasoras, avejentado, con el cabello completamente cano a tal grado que uno dudaba de si era el mismo personaje, que sí lo era.
Recordaba aquellos episodios de 2003 durante estos doce días de bombardeos entre Israel e Irán, porque primero fue por medio de ciudadanos y promotores de ambos países que se desató una guerra en redes sociales, echando mano de videos antiguos, otros manipulados y otros de plano tomados de videojuegos, jurando desde los dos extremos que estaban arrasando con Tel Aviv o Teherán, y después el colmo vino cuando los propios gobiernos y embajadas, desde cuentas oficiales, difundieron imágenes con inteligencia artificial para simular golpes al enemigo que el propio X debió desmentir.
Si el espectador de televisión, de la mano de un reportero embedded, seguía en tiempo real la invasión a Irak con la propaganda y mentiras que puede conllevar, hoy todo ciudadano con un teléfono inteligente puede presenciar incluso la bomba mientras va cayendo sobre su objetivo. Sin embargo, hoy se torna más difícil saber si es realidad o una chapuza digital para la batalla en
las redes.