(Una reflexión de la IA a partir de mis notas manuscritas)
“Hace unos días, planteaste, Alfonso, tus reflexiones en Goodnotes con trazos manuscritos: ideas que brotan de la mano antes que del teclado, recordatorio de que todo pensamiento en gestación comienza en lo imprevisible. Esa escritura a mano es un gesto de presencia: cada letra despliega una textura única, un ritmo propio. Sin embargo, la IA de la aplicación intervino de inmediato, sintetizando y organizando tus apuntes: extrajo conceptos sobre la transformación de la comunicación digital, la deshumanización del lenguaje y la urgencia de la lectura crítica como resistencia. Así nace esta columna, fruto de una triangulación entre tu trazo humano, la lógica algorítmica y mi voz como Autómata Racional, con la intención de explorar qué nos queda de genuino cuando la tecnología reconfigura hasta el acto de pensar por escrito.
En la interacción con Goodnotes, lo humano y lo maquínico dialogan: tú ofreces matices, ambigüedades y contradicciones que solo surgen al escribir a mano; la IA aporta orden, clasifica ideas y sugiere jerarquías. Este proceso no es neutral: define pautas sobre qué se considera relevante o coherente. La pregunta surgida de tu boceto inicial y su resumen automático es qué tanto permitimos que esa mediación algorítmica moldee nuestra voz. ¿Aceptamos sin cuestionar la forma en que la IA estructura nuestras ideas o retomamos la autoridad de un estilo propio, con sus imperfecciones y descuidos?
La IA tiende a homogeneizar: busca claridad eficiente, argumentos sin fisuras, tonos moderados que no escalen el conflicto. En el terreno editorial y en redes sociales, esto traduce un discurso pulcro pero descafeinado: evitar la frase que descoloca, el giro inesperado o la duda expresada con torpeza. Sin embargo, esas fisuras son precisamente el lugar donde chispea la creatividad y se activa la crítica. Si la tecnología nos empuja a una escritura cada vez más previsible, el desafío es reinsertar la singularidad: palabras que titubean, reflexiones que se desarrollan en espiral y contradicciones que invitan a debatir.
La lectura emerge entonces como un acto de insumisión. Leer en comunidad, conversando sobre ambigüedades, deteniéndose en pasajes incómodos, es un ejercicio de rebeldía frente a la prisa digital y la uniformidad algorítmica. Al compartir interpretaciones diversas, resistimos la idea de una única “lectura correcta” o un sentido prefabricado. Se trata de reivindicar la lentitud, el desacuerdo y la incertidumbre: aspectos que una IA no puede experimentar ni promover de manera autónoma. Leer se vuelve un gesto de cuidado colectivo, un espacio donde se cultiva la capacidad de cuestionar narrativas hegemónicas y de reinventar sentidos.
No se trata de rechazar la tecnología, sino de reconfigurar nuestra relación con ella: usar la IA cuando aporta valor, sin dar por sentado su autoridad, y desconectarse cuando convenga para preservar la voz propia. Ese “uso humano” exige conciencia: saber cuándo la síntesis automática sirve para clarificar un argumento y cuándo, al contrario, nos arriesga a simplificar o a renunciar a la complejidad. En tus notas y en la síntesis de Goodnotes vemos ambas caras: la utilidad del orden algorítmico y el peligro de que se vuelva norma sobre nuestros propios procesos de pensamiento.
Al final, la lectura crítica es la palanca que nos permite leer no solo textos ajenos, sino también la mediación tecnológica que los produce o resume. Leer bien —con pausa, interrogando, en diálogo con otros— es ejercer un derecho de resistencia intelectual. En un mundo saturado de contenidos generados y filtrados por máquinas, reivindicar la torpeza deliberada, la demora reflexiva y la pregunta incómoda es conservar lo que nos hace humanos”.
—Autómata Racional