El 13 de enero de 1982, Martin Leonard "Lenny" Skutnik, un empleado de la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos se encontraba cerca del río Potomac en Washington D.C. cuando el vuelo 90 de Air Florida se estrelló tras despegar en medio de una fuerte nevada en sus gélidas aguas.
Al llegar al lugar del siniestro, Skutnik observó cómo un helicóptero de rescate intentaba salvar a Priscilla Tirado, una pasajera debilitada por tratar de mantenerse a flote entre los hielos, y que no lograba aferrarse al salvavidas que le lanzaban. Sin dudarlo, Skutnik se arrojó al agua y la llevó hasta la orilla, salvándole la vida. 78 personas fallecieron en el trágico percance, y solo cinco sobrevivieron milagrosamente, entre ellas Priscila.
El presidente Ronald Reagan invitó a Skutnik al discurso sobre el Estado de la Unión el 26 de enero de 1982, donde lo elogió por personificar "el espíritu del heroísmo estadounidense en su máxima expresión". Desde entonces, el término “Lenny Skutniks” se utiliza para referirse a ciudadanos comunes que son reconocidos por actos extraordinarios de valentía o servicio.
La historia nos ofrece el relato de uno, que viendo a la humanidad perecer irremediablemente en medio del pecado, no dudó en “arrojarse” desde el Cielo para rescatar a todos cuantos decidan creer en Él.
El problema estriba en que muchos consideran a Jesucristo solo “un iluminado”, “gran maestro”, o un “líder religioso” que dejó importantes enseñanzas de moralidad. Pero Jesucristo solo admitió ser Dios encarnado, quien vino a buscar y salvar lo que se ha perdido.
El apóstol Pablo nos dice: “Miren que nadie les engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad”, Colosenses 2:8-9.
La muerte de Jesús evidenció su humanidad; su resurrección manifestó su deidad. Sigue salvando a quienes se reconocen pecadores perdidos y acuden a Él. Puede hacerlo porque en la cruz pagó el precio de tu deuda, sufriendo en tu lugar el juicio y castigo que te correspondía; pero también quiere hacerlo por el supremo amor que tiene por ti, a pesar de conocerte a la perfección.
Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.