Flotaba a la deriva en el Mar Mediterráneo frente a las costas de Marsella, inconsciente y con dos balas en la espalda. Una embarcación de pescadores italianos lo rescata, y el médico de abordo le salva la vida. Mientras se recupera, -el hombre que padece de amnesia y que ni siquiera recuerda su nombre-, descubre que tiene una sorprendente cantidad de habilidades, pero no sabe cómo o dónde las adquirió. Lo único con lo que cuenta para tratar de reconstruir su memoria es un micro proyector laser que estaba implantado debajo de su piel.
Así inicia la película del 2002 que da origen al título de esta colaboración. En la misma “Jason Bourne”, interpretado por Matt Damon, trata de indagar quién es él verdaderamente, pero mientras lo intenta muchos tratan de eliminarlo.
Se dice que en ocasiones “la ficción supera la realidad”, y vale la pena preguntarse si en un sentido más trascendente cada uno de nosotros enfrentamos el mismo dilema. Me explico: No es que ignoremos nuestros nombres, sino que realmente no sabemos en dónde se encuentra nuestra identidad.
La historia demuestra una y otra vez que la identidad del ser humano no se encuentra en nada de lo que el mundo ofrece. Todos sabemos de personas brillantes, famosas, exitosas, ricas y encumbradas, pero con vidas miserables. Todos hemos conocido trágicas historias de muchos “quienes alcanzaron la cima”.
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”, Génesis 1:27. Así de simple es la verdad divina. Nuestro origen e identidad están en Dios mismo, y mientras no recuperemos nuestra relación con él, nuestras vidas podrán tener sus momentos de “felicidad” pero también se tornarán caóticas.
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”, Lucas 19:10. Jesús vino a este mundo por ti y por mí. Él conoce nuestra condición y se compadece de nosotros. Ven a él tal como estás y entrégale tu vida. Él ya pagó por todos tus pecados en la cruz. Cree en él y pídele que venga a morar a tu corazón y te salve. Jesús no rechaza a los que a él acuden. Promete no dejarte ni desampararte. Esto no significa que tu vida estará libre de problemas, sino que estará contigo también en las aflicciones. Cree en Jesús y una eternidad de verdadero gozo vivirás.
