Política

¿Hijos de quién?

  • En Corto
  • ¿Hijos de quién?
  • Alejandro Maldonado

“Todos somos hijos de Dios”. La frase es común, pero que carece de sustento. La idea que contiene es falsa y peligrosa. Ciertamente todos somos criaturas de Dios. Al decir esto reconocemos implícitamente la existencia de un Dios Creador, pero eso no nos convierte en hijos suyos.

Por auto confesión hay quienes podrían ser reconocidos como hijos del ateísmo, de la evolución, de la casualidad, de la religiosidad, de los esfuerzos personales, de las buenas obras, de la moralidad, de la filosofía, la meditación, por citar solo algunos ejemplos.

Entonces, cómo podemos tener información que nos permita saber la verdad acerca de quiénes son hijos de Dios. Al tratarse de un asunto relacionado con él, es Dios mismo quien disipa cualquier duda a este respecto.

“Mas a todos los que recibieron a Jesús, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, Juan 1:12-13

Recibir y creer van en conjunto. Los evangelios nos enseñan verdades irrefutables de la identidad de Jesucristo. Si lees Juan 1 verás que es “preexistente”, -él ya estaba antes de todas las cosas-, él es Dios, y él estaba con Dios. A diferencia nuestra nunca estuvo sujeto al tiempo, espacio y materia. Fue concebido por el Espíritu Santo y tuvo un nacimiento virginal para hacerse carne y morar entre nosotros.

Quien no recibe estas verdades divinas, tampoco puede creerlas. El hijo de Dios las cree y las recibe. El hijo de Dios no es engendrado “de sangre”, es decir, no es por herencia. No se consigue por “voluntad de carne”; ningún esfuerzo u obra humana produce hijos de Dios. Tampoco lo hace la “voluntad de varón”; en otras palabras, nadie puede obligar a alguien a ser hecho hijo de Dios. Solo Dios en su amor, gracia y misericordia puede hacerlo. Él es quien alumbra nuestro interior y nos hace conscientes de nuestra condición de pecadores perdidos y necesitados de salvación.

Jesús no tenía porque dejar el Cielo, pero decidió hacerlo por amor a ti y a mí. Él vivió la vida perfecta que nos es imposible, y se ofreció en nuestro lugar para llevar sobre sí mismo nuestros pecados e iniquidades. Él recibió el castigo que merecíamos. Cree en él y recíbele en tu corazón. Te salvará.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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