Al menos 120 personas han muerto, -entre ellas, 38 niños-, y más de 170 continuaban desaparecidas a consecuencia de la feroz inundación causada por la inesperada y rápida crecida del río Guadalupe en el condado de Kerr, Texas. Por si la tragedia no fuera suficiente por sí misma, medios de comunicación han reportado la aparición de estafadores que ofrecen a padres que perdieron a sus pequeños, “ayuda para identificarlos más rápido”.
Cuando las cosas se ponen difíciles en la vida o la tragedia golpea, es fácil caer en manos de sectas, brujos, adivinos, “lectores” de manos, cartas, café. En medio del dolor, la persona puede ser víctima de todo tipo de charlatanes y estafadores que prometen “ayuda”, pero solo empeoran las cosas, en ocasiones de manera grave y hasta mortal.
¿A quién acudes cuando todo parece perdido? En medio del sufrimiento y la desesperación quizá ya has sido víctima del engaño, al grado tal de ya no saber qué hacer o en quién confiar. Escucha en este momento la voz de Jesús quien habla a tu corazón por medio de su palabra y te dice: “Ven a mí tú que estás trabajado y cargado, y te daré descanso”, (Mateo 11:28). En medio de tu tribulación y congoja, Él está dispuesto a intervenir si se lo permites.
El apóstol Pablo nos recuerda: “Miren que nadie los engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los manuales del mundo, y no según Cristo. Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y ustedes están completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad”, (Colosenses 2:8-10).
Dios te anhela, y por medio de Jesucristo quiere perdonarte, salvarte, liberarte y darte una nueva vida: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”, (Hebreos 7:25).
Jesús vive. Acude en este momento a Él. Ábrele confiadamente tu corazón y entregarle tu vida. Jesús en la cruz tomó nuestro lugar de pecadores perdidos, y recibió el juicio y castigo que merecíamos para reconciliarnos con Dios.
“El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”, (1ª. Timoteo 2:4-5). Cree en Él y verás.