Todos conocemos cómo actúan los poderosos. Tienen un séquito de seguidores a su disposición. Choferes, ayudantes, guardaespaldas, servidumbre ilimitada. Imponen sus criterios, aunque eso signifique pasar por encima de los demás. Deciden lo que los demás deben hacer. Aparentan tener interés por los otros, aunque en realidad lo que buscan en muchas ocasiones es su propio beneficio.
En una ocasión platiqué con una persona que, durante su vida profesional, tuvo la oportunidad de ver de cerca el actuar de muchos poderosos. Le hice una pregunta, ¿ese aferrarse al poder, es por dinero? Su respuesta me sorprendió: “No es solo por eso. Muchos de ellos tienen resuelto el tema material para muchas de sus generaciones. Es la adicción de tener poder solo para ejercerlo”.
Ahora observa lo “contradictorio” del actuar del Dios Omnipotente: “Jesús siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, (Filipenses 2:6-8).
¿No suena a una locura? ¿Por qué haría eso Dios? La respuesta somos tú y yo. Dicen que el amor hace locuras, pero lo que hizo Dios en favor nuestro no tiene comparación. Nos hemos revelado contra él y sus normas divinas, le damos la espalda, lo negamos, nos alejamos de él, y su reacción no cambia. Él nos sigue amando, y va a nuestro encuentro.
Jesús, quien multiplicó panes y peces; resucitó muertos; sanó a los incurables; caminó sobre las aguas; calmó tempestades; liberó a los poseídos por el diablo e hizo milagros sin límite. Ese Jesús Omnipotente dijo a sus discípulos previo a su crucifixión: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”, (Mateo 20:28).
Jesús te ama. Conoce todas tus heridas y fracasos. Conoce tus secretos más oscuros. Conoce tu culpa y vergüenza. Él quiere salvarte. No se impondrá sobre tu libre albedrío. Puedes aceptarle o rechazarle. Su deseo es rescatarte y que estés en el Cielo con él por la eternidad. Él promete que nunca te dejará ni desamparará.
Ahora mismo puedes pedirle que te perdone y que venga a morar a tu corazón. Cree en Él.