Será por el país donde vivimos, un surtidor de resentimiento y agravios, que de un tiempo a esta parte las letras mexicanas tienen un carácter cada vez más testimonial. Aquí y allá no dejan de escucharse las voces que anuncian la hora de ajustar cuentas. La galería de sujetos sin rostro, perfectos conocidos, tíos, hermanos, padres… abusadores requiere trabajos de ampliación. En Comparecencia (in)voluntaria, Marisol García Walls pisa estos terrenos con asombrosa singularidad. No reclama justicia, no hace el elogio de la escritura como instrumento de sanación, no espera resarcimiento alguno. Lo suyo es una anomalía brillante, estremecedora.

Estos son los hechos apenas enunciados: “Cuando tenía 20 años, el 7 de septiembre de 2009, fui víctima de robo a casa habitación junto con mi mamá y hermana. Además de haber sido despojada de mis pertenencias, amarrada y golpeada, fui víctima de violación”. Al día siguiente rinde su declaración en una oficina del Ministerio Público de la delegación Álvaro Obregón. Eso es todo. No hay una crónica detallada de aquella noche ni de la comparecencia ante servidores públicos —hombres y mujeres—, que actúan como despachadores de expedientes.
Una vez convencidos de que no tiene el propósito de testificar, podemos ya acercarnos —solo eso, porque el libro conduce a callejones sin salida y a una y otra vuelta en círculos, porque elige la dispersión fragmentaria y avanza a tientas, dando golpes de sombra, rectificando y aun desdiciéndose— al abismo desde el cual nos llega la voluntad ensayística de Marisol García Walls. Está el abismo y, sobre todo, la necesidad de restituir la memoria íntima. Ahí, en ese esfuerzo —porque, “Por mucho tiempo, pensé que no iba a escribir nada al respecto”—, radica el poder avasallador de Comparecencia (in)voluntaria; es decir, en sobreponerse a la experiencia traumática para querer articular un relato libre que desmienta la versión burocrática, el expediente fabricado con palabras ajenas.
Una imagen abre y cierra este libro destinado a convertirse en un modelo de honestidad reflexiva: la de la casa que se abandona, con el pino de la entrada irremediablemente triste, pues ha sido el escenario de un acto criminal e impune. ¿Alguien duda de que no estemos frente al reflejo del país donde vivimos?
Comparecencia (in)voluntaria
Marisol García Walls | U-Tópicas | México | 2025
AQ