Agosto llega con su receta tradicional: los chiles en nogada. Platillo barroco, romántico, patriótico y caprichoso, nacido —dice la historia— de la gratitud a Agustín de Iturbide.
En tiempos modernos, podríamos reinterpretarlo como símbolo nacional de la política: relleno de promesas, cubierto de discursos, y adornado con granada para disimular el amargor.
Hoy no hay independencia, pero sí mucha receta alterada. Veracruz, por ejemplo, cocina a fuego lento una tragedia: secuestros, asesinatos, silencio institucional.
La maestra jubilada y taxista Irma Hernández fue asesinada por no pagar cuota; días después, otro taxista fue plagiado.
Lo peor fue el aderezo en las declaraciones de la morenista de Veracruz, Rocío Nahle:
“La maestra fue violentada y después de ser violentada sufrió un infarto. Les guste o no, si hacen un escándalo, yo tengo que informar”.
Mientras tanto, los políticos de Morena anduvieron de tour internacional, degustando a cuerpo de rey en lugares donde nadie les preguntó por la inseguridad de su pueblo.
En respuesta ofrecieron un sinfín de pretextos y excusas que ni el mejor guionista de una telenovela mexicana en sus mejores épocas pudo desarrollar.
Andy López Beltrán, Mario Delgado y Ricardo Monreal fueron los principales protagonistas de los “culebrones del verano”.
Una cereza en el postre ha sido la “negociación histórica” con Donald Trump. Pero si uno lee con lupa, lo único que la presidenta Claudia Sheinbaum consiguió fue una prórroga de 90 días.
Un “guiso” recalentado servido como manjar diplomático.
¿No será que nos dieron lengua con mole y nos dijeron que era rib eye?
Lo cierto es que en este banquete de poder, lo que sobra es aderezo y falta sustancia. Todo se sirve frío, con slogans, y se presume como logro.
Las redes sociales son el nuevo mantel blanco donde cada funcionario sube su selfie con cara de chef, aunque el país siga comiendo tortillas duras y viviendo una de las peores situaciones de inseguridad.
Quizá ya es hora de crear nuevos platillos que reflejen nuestra realidad: “tamal de estadísticas maquilladas”, “tostadas de impunidad” o “pozole de prórroga con chicharrón de cinismo”.
Porque este menú político, más que alimentar al pueblo, lo indigesta.
