Ya sabemos que el internet vive de la furia, del llamado rage bait. Que si alguien dice una tontería en TikTok, que si se inventa un pleito de secundaria en un reality show… La mayoría de las ocasiones con la única intención de provocar enojo y generar clics. Es darle una nueva dimensión a la estúpida creencia de que “no hay mala publicidad”, pero una cosa es que alguien suba un video hablando de temas explosivos y sociales para que lo insulten o lo admiren en redes, y otra muy distinta es monetizar con un intento de asesinato.
Sí, hablamos de Marianne Gonzaga, la influencer que por ser menor de edad y recibir el perdón de su víctima tras muchas negociaciones, salió libre del proceso por el ataque contra Valentina Gilabert.
Marianne, esa misma mujer que no solo regresó a redes como si volviera de vacaciones, sino que publicó sus nuevas tarifas de colaboraciones; mucho más elevadas que antes. Y aquí mi pregunta: ¿de verdad hay marcas que quieren contratarla? ¿Quieren estar relacionadas con una historia de sangre, violencia y drama judicial? ¿Es tan enferma la creencia que cualquier tipo de fama es una moneda de cambio positiva para vender productos y servicios? ¿Quién verá a esta joven y pensará: “Tengo que usar lo mismo que ella está usando”?
Este no es un chisme pasajero ni una frase mal interpretada. Tampoco una cancelación cultural porque está de un lado o del otro del espectro político. Hablamos de un episodio en el que hubo una víctima que estuvo a nada de perder la vida por un arranque de celos adolescente ajeno, un caso juzgado.
¿En serio es tan vil la economía digital que considera eso un producto cualquiera? ¿Fue idea de ella o de algún “adulto” que vio la oportunidad de ganar dinero de esto? Quizá es solo el modo moderno de “cobrar por entrevista”, lo cual lo hace aún más grotesco. Ya veremos si alguien quiere pagar un centavo por lo que tenga que decir o promover esta mujer.