El odio es imposible de esconder, y más aún cuando se disfraza de discusión sobre cultura pop o publicidad, pero en realidad sirve como pretexto para que la gente se muestre tal cual es.
En cierta forma, hay que agradecerlo: que en tiempos como estos las personas se sientan más libres de exponer sus resentimientos, prejuicios y malas voluntades. Al menos así sabemos con quién estamos tratando. Y en el caso de los jeans de Sydney Sweeney — y ahora, nuevamente, los de Beyoncé — queda más que claro que los discursos alrededor de sus campañas (American Eagle y Levi’s, respectivamente) tienen todo que ver con nuestras diferencias sociales y políticas, y poco que ver con los pantalones.
No he cambiado de opinión sobre el hecho de que jugar con la controversia —aunque toque temas profundamente delicados— es una herramienta más en el arsenal de los publicistas. Los jeans de Sydney se agotaron. Los de Beyoncé van que vuelan. Pero lo que se está poniendo verdaderamente feo es la gente celebrando que eligieron una marca “porque por fin regresaron las modelos bonitas”, festejando que con esta campaña “se acabó la era woke” o, peor aún, atacando a Beyoncé por “apropiación cultural” solo porque luce rubia y su estética actual está ligada a su gira Cowboy Carter.
Elegir qué ropa nos gusta no debería convertirse en una expresión de nuestras fobias sociales o políticas — y mucho menos en una excusa para celebrarlas públicamente— Así que sí: campañas exitosísimas… pero qué feo se está poniendo todo.
