¿Se acuerdan de ese Robert Redford, impecable en traje y corbata, interpretando al periodista Bob Woodward en Todos los hombres del presidente?
Aquella película sobre el polémico caso Watergate, que tumbó a Richard Nixon, sigue siendo un recordatorio de lo que significa jugarse la vida para que la gente sepa la verdad.
Hoy, cuando el éxito informativo parece medirse en clicks, algoritmos y ragebait, urge revisitar esos clásicos que entendían dónde estaban los valientes.
Ahora que repasamos su filmografía como despedida, Robert Redford emerge no solo como actor, sino como director e impulsor del cine con sentido.
Todos los hombres del presidente se estrenó hace 49 años y me parece que nunca ha sido más vigente.
Junto a Dustin Hoffman y Jason Robards, mostró cómo el cine podía importar.
Apenas unos años después, Redford debutó como director con Ordinary People (Gente como uno), que obtuvo un Oscar a Mejor Película y otro a Mejor Director.
¿Y qué hizo con esa fama? Crear Sundance, el festival que dio alas a Tarantino, Soderbergh y Paul Thomas Anderson, entre muchos más.
En 2019 estuvo en el Festival de Cine de Morelia, donde recibió la presea a la Excelencia Artística y construyó los puentes que hoy nos permiten gozar del ciclo Sundance en México.
Me queda claro que Robert tuvo una vida dedicada no solo a contar historias, sino a asegurar que las necesarias —las realmente valientes— lleguen a nosotros.
Podríamos hablar días sin freno sobre lo que ha significado la figura de Robert Redford ahora que se nos ha ido, pero siempre quedará su obra, su legado y esa sonrisa inconfundible: la que posee una verdadera estrella de cine.