“Podría desayunar diario ceviche”, la voz destrozada tras 6 noches de party de Jerjo resuena en el pasillo, hunde una limpia cuchara en el delicioso ceviche de pulpo con camarón fresco, ¿con todo?… ¿qué es todo?... cilantro, aceite de oliva, cebolla, aguacate… poco aguacate, gracias. Un pez vela-tiburón cuelga del techo, cómodas sillas amarillas frente a la pulcra barra de azulejos blancos, el gel antibacterial se agradece, nos recuerda algo: límpiate las manos antes de comerte algo, ser puerco es de personas guarras. La rapidez con la que atienden contrasta con el tiempo de espera para poder sentarse a disfrutar, no faltan clientes, en este paraíso las mojarras son enormes y frescas, te ven con ojos vivos aunque estén muertas. Vaya camarones, puedes escuchar el susurro del mar mientras los pruebas, los pido pelados, no puedo comerlos si veo sus tiernos ojos negros. Pensé en el idiota de Jacinto, hace mucho tiempo crudeamos aquí un domingo, eligió irse conmigo de borracho toda la noche, toda la mañana, dejó plantada a su familia, le encantaba destruirse y destruir a todas las personas que se le acercaban, muy inocente, tan primitivo, una noche me pidió que le pusiera un collar, dijo que su fantasía era ser paseado por mí con una cadena enganchada al collar, detestaba que acariciara su cara, una noche muy indignado me escupió sucias palabras: tus muestras de cariño me repugnan, entiende que a mí me faltó amor en la infancia, lo que necesito es tu desprecio, ¿qué hice?, le puse el collar de cuero una noche, llegamos a un punto muy extraño, Jacinto empezó a hablarle al collar, saludarlo, besarlo, lustrarlo, despedirse de él, lo acariciaba, le llevó flores una mañana, me lo pidió prestado, me preocupé. Nos fuimos diluyendo, me aburrieron sus reclamos torpes: “lo único que me has dado es alcohol, no me das amor real, a ver, dame hijas, cocíname algo, no hables con extraños en la calle, aprende a barrer”, por cierto, le di buen alcohol. Volvió a su amargura, se pudrió solo en su ventana, dicen que terminó moneando en Neza. No volví a verlo. Uno de sus amigos me dijo que murió.
El Mercado 14 de Tepito es puro asombro, snobs: please no vengan, los demás están invitados. Antes no existía un letrero de bienvenida tan ridículo como el que pusieron los mercachifles a cargo de la alcaldía Cuauhtémoc en la glorieta de Comonfort. No me interesa de dónde proviene la palabra Tepito, existen cosas más interesantes: recorrer sus callejones, rinconadas, pasillos laberínticos. Es el único barrio en esta ciudad con una impecable organización independiente, muestra de ello son los mariscos Tamiahua, BRUTAL la forma en que curan la cebolla con serrano, limón, habanero, pimienta, tiene nivel; así aderezan las pescadillas, a las que el jefe, el señor a cargo del barco, con su gesto adusto y elegante las llama: quesadillas, para que vean que aquí, en el forever D. F., las quesadillas no sólo son de queso. Bai,
envidiosos.