Ni el león es como lo pintan ni los creadores como los imaginamos. Esto parece suceder con el escritor Neil Gaiman, quien ha sido acusado de abuso sexual por dos mujeres y es objeto de una denuncia policial en Nueva Zelanda.
El escritor británico de 63 años está acusado de conducta sexual inapropiada por parte de dos mujeres con las que estuvo vinculado sentimentalmente.
El creador de obras populares entre las que destacan el libro Coraline (cuya adaptación al cine de 2009 será reestrenada en agosto próximo) y la novela gráfica The Sandman, fue señalado por realizar actos íntimos “desagradables”. Las acusaciones aparecieron originalmente en el portal de investigación Tortoise el pasado 3 de julio.
De acuerdo con los señalamientos retomados por diversos medios, las presuntas víctimas señalaron que las relaciones que sostuvieron con Gaiman sí estaban consensuadas. Es decir, ellas estuvieron de acuerdo en tener un encuentro sexual con el escritor. Sin embargo, resaltan que algunos de esos encuentros fueron “agresivos o denigrantes”, situaciones que ellas no habrían consentido.
En el caso de las acusaciones, una de ellas se encuentra sustentada con mensajes de texto incluso. No obstante, el autor ha emprendido su defensa con el clásico “no soy culpable”. Para ello alega que las relaciones sexuales sí estaban consensuadas (algo que las víctimas jamás han negado, pues lo que denuncian es violencia en la actividad sexual, esa sí no consensuada) pero que una de ellas “está motivada por el arrepentimiento de su relación y la otra estaba sufriendo de un problema médico asociado con los falsos recuerdos, pero no aparece nada al respecto en su historial médico.
Obvio que nunca falta defensa para los agresores y cuestionamientos para las víctimas. Pues en una sociedad donde la violencia sexual esta interiorizada e incluso en situaciones donde es obvia la falta de consenso, se buscan atenuantes frente a lo que sería una evidente violación. En casos como el de Gaiman sus defensores alzan la voz “por lo injusto que es ser agresor y ser señalado”. Pues no conciben que, más allá del consenso para sostener contacto sexual, también el tipo de prácticas o lo que suceda durante el encuentro debe ser en consenso, pues las personas no son objetos de consumo desechable.
Y es así como se eternizan debates sobre qué es o no es la violencia sexual. Y tenemos desde el stealthing –literalmente 'en sigilo' o 'secretamente' en inglés-, cuando un hombre se quita el preservativo en el acto sexual sin consentimiento, el cual sigue sin estar reconocido penalmente como tal en la mayoria de los países, o incluso los que consideran que lo que pasa en pareja, como alega Gaiman, “es remordimiento”.
Se equivocan el escritor y sus defensores. Actualmente, cada vez somos más las que nos negamos a tener botones en los ojos como los personajes de Coraline para no ver la violencia sexual como algo cotidiano y sentirnos mal por denunciar. Neil Gaiman y todos los agresores tendrán que entender que no hay puertas de escape a mundos de impunidad.