Si examinamos de manera realista la situación del país concluiremos, necesariamente, que las actuales condiciones sociales, económicas y políticas son negativas y el futuro se avizora ominoso.
Un examen riguroso mostraría que una de las principales causas es el populismo.
En el pasado reciente lo padecimos con Echeverría y López Portillo; y, lamentablemente, revivido por López Obrador.
El objetivo de ahondar en la tipología del populismo y sus destructivos efectos, debería ser la creación de una corriente de pensamiento y acción que motive a la presidenta Sheinbaum a remediar, al menos, los efectos más perniciosos.
El gobierno populista de izquierda divide a la sociedad en pueblo y élites, y se asume como la personificación de la voluntad popular. Sus temas retóricos son la defensa de la soberanía y los ataques a las élites y al neoliberalismo.
La retórica populista, de izquierda o derecha, deviene en la demagogia utilizada para obtener la aprobación y apoyo mediante la manipulación emocional y la explotación de las necesidades, prejuicios y temores de las clases populares.
La demagogia fomenta el resentimiento social y se difunden informaciones falsas o distorsionadas, con la finalidad de erosionar la democracia y crear una visión que no corresponde a la situación real.
Las acciones de la presidenta Sheinbaum en pro de la pacificación y la seguridad nacional, y su decisión prudente y templada para que permanezcamos en el TEMEC a pesar de las amenazas del presidente Trump y las desconsideraciones de Canadá, despiertan la expectativa de un cambio positivo en la forma de gobernar.
Sobre la falsa visión creada por la demagogia, que pinta como exitosas las acciones del gobierno anterior, debería sobreponerse la realidad imperante y con esa base emprender la reconstrucción de la paz y el respeto al derecho.