Desde hace algunos años se ha inculpado a diseñadores internacionales de la moda de plagiar los diseños de los textiles indígenas.
La CNDH manifestó que no tenemos leyes que protejan las obras artesanales como patrimonio cultural de los pueblos originarios; y recomendó que se reforme la Ley de la materia para evitar las copias indebidas y, en su caso, sancionar a quienes lo hagan.
Esto, nos invita a reflexionar acerca del nacionalismo y si es legal y culturalmente adecuado que cada pueblo originario tenga derechos de propiedad intelectual sobre sus artesanías.
En principio el nacionalismo es el sentimiento de pertenencia a una comunidad que nace de tener la misma raza, lengua y costumbres.
Pero es un sentimiento maligno cuando se utiliza por pueblos o colectivos para justificar sus ideologías supremacistas.
Existe también un nacionalismo sustentado en una especie de populismo y resentimiento cultural, casi siempre promovido por medios oficiales, que trata de imponer que lo nacional es único y nadie debe copiarlo.
En mi opinión, esta última acepción encuadra la controversia sobre el pretendido plagio que cometen los diseñadores y fabricantes que copian cualquier forma de expresión artesanal de los pueblos originarios.
Por otra parte, en la mayoría de los casos sería muy complicado probar qué obras artesanales que estén en el mercado, son cien por ciento creaciones exclusivas de un pueblo y representen su identidad sociocultural.
La mayoría de las expresiones artísticas de los pueblos originales resultaron del sincretismo habido entre las culturas indígenas y la española.
Además, las diversas etnias se copian entre sí.
Creo que lo correcto es que ni las etnias ni los diseñadores puedan ser titulares de derechos de propiedad intelectual; porque llevado al extremo ninguna etnia podría incorporar a sus artes populares elementos de otras regiones ni países.
