Política

Algo está sucediendo con las mañaneras

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LUIS M. MORALES
LUIS M. MORALES

Las llamadas mañaneras nacieron como instrumento de difusión de un movimiento político. De propaganda, dirán los adversarios de la 4T. Las inició hace 25 años Andrés Manuel López Obrador, durante su gestión como jefe de Gobierno de Ciudad de México (2000-2006). Formalmente se trataba de una conferencia de prensa al arrancar el día, con el objeto de que el gobierno de la ciudad informase puntualmente de temas de administración e interés público. Tratándose de López Obrador, terminó convirtiéndose en un mitin político cotidiano.

Más allá de rasgos de personalidad, no podía ser de otra manera: el grueso de los medios de comunicación mantenía una línea crítica en contra de este movimiento, incentivada por el gobierno de Vicente Fox, decidido a debilitar las aspiraciones presidenciales del carismático tabasqueño. Las mañaneras se convirtieron en la plataforma para responder a las críticas e infundios, contraatacar al régimen y propalar las banderas y convicciones del obradorismo. Para efectos políticos resultaron un éxito. El estilo fresco, coloquial y socarrón de López Obrador trastocó la lógica de comunicación y formación de opinión pública que había mantenido la clase política. Boletines de prensa, columnas de opinión y explicaciones de comentaristas de radio y televisión perdieron el monopolio de un discurso que hasta entonces había sido unidireccional. La capacidad de López Obrador para “dar nota” diaria y provocar de lunes a viernes, antes de que despertara el país, rompió cercos e inercias.

En los siguientes doce años López Obrador perdió la posibilidad de este espacio diario y debió recurrir, para saltar el boicot o la mala disposición de la prensa tradicional, a una nueva plataforma: las redes sociales. Surgieron operadores y simpatizantes que poco a poco construyeron un universo paralelo. En 2018, cuando volvió a relanzar a la mañanera, ahora como presidente, estas habían cambiado. El interlocutor principal en esas sesiones ya no eran mayoritariamente los representantes de los medios, favorables o desfavorables pero que intentaban ceñirse a la jerga y los códigos de las conferencias de prensa. Ahora eran los llamados “youtuberos” que habían jugado un papel propagandístico a lo largo de los años de “exilio interior”.

Desde Palacio, López Obrador intentó que la mañanera fuera el espacio de información oficial del nuevo gobierno. Lo consiguió a medias y de manera decreciente, en la medida en que la polarización convirtió la sesión en una arena política. Fue el instrumento fundamental del presidente para devolver golpes, fustigar a sus adversarios, aclarar infundios. La intención original de manejarlo como una plataforma de información y explicación de políticas públicas y acciones de gobierno, en muchas ocasiones quedó relegada frente a la urgencia del debate político y mediático. Ante las críticas o las preguntas incómodas, el presidente prefirió omitir explicaciones para privilegiar la descalificación ética o para denunciar las intenciones perversas de quién las formulaba. Con la consigna de que la mejor defensa es el ataque, López Obrador asumió que frente a la calumnia dirigida a desbarrancar a la 4T, la mejor respuesta era cargar de epítetos a sus rivales. Y tampoco ayudó la presencia de los activistas de las redes sociales, urgidos de arrancar frases lapidarias del presidente en contra de sus adversarios.

La mañanera tuvo también otros propósitos políticos. Por un lado, el espacio de abono diario a la construcción de un vínculo emocional del presidente con los sectores empobrecidos. El micrófono idóneo para mostrar que, por fin, había en Palacio un hombre que hablaba en nombre de los agravios y reivindicaciones del pueblo. Fue también el púlpito de predicador social que López Obrador lleva dentro; la 4T no era solo un cambio de régimen sino también de valores de vida cotidiana. En el tabasqueño han convivido un jefe de Estado, un líder de facción política, un predicador espiritual y un maestro de escuela. El podio de la mañanera dio salida a todas estas versiones.

Claudia Sheinbaum recupera las mañaneras en versión segundo piso. Al igual que López Obrador, terminan revestidas del estilo personal de la protagonista. Salvo que el estilo es totalmente distinto. Una científica con conciencia social metida a la administración pública y dotada de un olfato político que el resto de los actores comienza apenas a descubrir. Lo suyo es el dato, la información, resultados, orden y sentido común. Pero todo de cara a una perspectiva social que no pierde brújula.

Bajo esta lógica, las mañaneras se están convirtiendo en otra cosa. Sigue existiendo un espacio para responder a infundios o distorsiones y para hacer precisiones frente al debate político y mediático. Minutos que dedica a defender a los suyos y a denostar a los contrarios, para desaliento de los que desean creer en su liderazgo como Presidenta, aunque tengan diferencias con Morena. Pero es visible que representan una proporción menor dentro de las dos horas promedio que duran sus conferencias de prensa. La prédica ética y las prolongadas y reiteradas lecciones de historia han cedido, para dar lugar a breves explicaciones de las razones sociales de fondo y piezas puntuales de formación cívica.

Pero, sobre todo, Sheinbaum está convirtiendo a las mañaneras en un espacio fundamental para el ejercicio del poder en México, a través del cual el gobernante ofrece “en tiempo real”, un monitoreo de las acciones y políticas de su gestión. Por un lado, el desfile de funcionarios que ante la Presidenta dan cuenta semanal o quincenal de sus tareas y compromisos. Y, por otro, un “careo” de estos actos de gobierno frente a representantes de medios y redes sociales. Si bien los youtubers siguen manteniendo un papel central, es notoria la presencia creciente de los medios tradicionales, muchos de ellos críticos, con la oportunidad de hacer preguntas incómodas y recibir una respuesta puntual de la Presidenta.

Me parece que, de continuar y profundizar esta tendencia, las mañaneras terminarán siendo una “institución” de la vida política del país. Un exigente pero imprescindible espacio tan vital para gobernantes como para gobernados. No está inscrito en ninguna estructura formal del Estado, pero acabará siendo tan o más importante que otras instancias del llamado entramado institucional. Si no lo ha visto, sugiero al lector cualquier día para ver unos minutos de mañanera en You Tube. Mucho más útil que cualquier explicación para dar cuenta de que algo singular está sucediendo en este foro en la relación autoridades y ciudadanos.

Dicho sea de paso, en el interminable y contaminado debate sobre si son iguales o no son iguales los de antes y los de ahora, habría que reconocer que la intensidad y compromiso es muy contrastante. Hacer giras por varios estados cada fin de semana y arrancar cada día con una comparecencia de pie durante dos horas, no empatan con la actitud hermética, cómoda y protegida con la que ejercían el poder Fox, Calderón o Peña Nieto, a quienes cuesta imaginar levantándose a las 5:30 de la mañana. Llegaron al poder con la actitud de quien gana el premio gordo de la lotería y dispuestos a disfrutar de la recompensa de seis años de vivir en jauja, no de sacrificio y trabajo. Pero esa es otra historia.


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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Notivox Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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