En el mundo nunca ha habido un periodo de paz absoluta: siempre en algún lugar hay guerra; y en todas, siempre el mayor número de muertos y heridos son civiles.
Los estudios sobre las guerras se enfocan en las causas políticas; un ejemplo ilustrativo son los artículos publicados en Istor, Revista de historia internacional.
Jean Meyer dice que los hombres de todos los tiempos han considerado a la guerra, primero como una actividad normal, o como un mal necesario; y segundo como un último recurso; y por lo mismo inherente a la condición humana.
Agrega que la conducta de los Estados está determinada por sus intereses de poder; y cita la frase de Clausewitz: “La guerra es nada más una continuación de la política por otros medios”.
Luis Herrera Lasso escribe que Clausewitz fue el primero en reconocer la guerra como instrumento esencialmente político para el logro de objetivos políticos; que el militar o el gobernante pueden tomar la decisión de ir a la guerra, pero que a partir de ese momento la guerra tiene su propia dinámica y fácilmente puede escapar del control de políticos y militares.
En ese contexto, sólo culpamos a los traficantes de armas, a los dueños del gran capital y a los políticos; pero poco reflexionamos por qué las poblaciones, a sabiendas que son las víctimas propicias, no se oponen a las guerras.
Son paradigmas de esfuerzos por la paz la ONU, cuyo fundamento es mantener la paz y la seguridad internacional; y la globalización porque generó la esperanza que el comercio mundial terminara las confrontaciones: ninguno tuvo éxito.
Hoy para que haya paz es necesario que las mayorías de los hombres y mujeres en cada país, averigüemos los intereses subyacentes y rechacemos a los gobernantes que convocan a la guerra.