Los fanatismos ideológicos han sido los culpables de las grandes masacres modernas: el marxismo soviético, el nacionalsocialismo alemán y el maoísmo chino.
Es común que los dictadores y su círculo afirmen tener la verdadera política salvadora y su misión sea imponerla para terminar las injusticias sociales.
A pesar de la magnitud de esas tragedias y de los despotismos de Cuba y Venezuela, muchos gobernantes, líderes e intelectuales están obcecados en instaurar el socialismo de estado como remedio contra el neoliberalismo.
La fórmula es acceder al poder mediante elecciones democráticas; y ya en el gobierno concentrar los poderes en el presidente y su camarilla; y la acción política en un partido hegemónico.
Con ese método transforman la democracia real en una democracia artificial, y se anulan las libertades civiles.
El objetivo del Foro de Sao Paulo, del que México es miembro, es combatir al capitalismo neoliberal e instaurar el socialismo comunista; por eso existe el temor fundado de que el fin último de la 4ª Transformación, sea la abolición de nuestro sistema de derecho constitucional y democrático.
Por eso, independientemente de los partidos y las candidatas, debemos pensar en que estas elecciones no son como las anteriores, una contienda entre partidos cuyas metas no eran el cambio político radical.
Estamos ante el enfrentamiento de dos corrientes contrarias: una implica retomar el camino del perfeccionamiento de la vida democrática, con sus instituciones y libertades; y la otra es apostar al avance del autoritarismo, con el riesgo de que esa vía al socialismo de estado no tenga retorno.
Hagamos votos para que podamos votar en paz, con libertad y conscientes de nuestra responsabilidad.
Evitemos que la polarización y la inquina, inducidas por el gobierno, rompan definitivamente el tejido social y nos precipiten en el caos.
