Las empresas globales debilitaron las ideologías de carácter social y los valores y derechos legítimos de las naciones en aras del neoliberalismo; y generaron un comensalismo entre la economía y la política que ha concentrado la riqueza en unos pocos y empobrecido a las mayorías.
Sin embargo, ahora, muchos de los empresarios, actores sociales, pensadores y políticos con influencia internacional que se reunieron en Davos, conscientes de los excesos del neoliberalismo, han propuesto un nuevo capitalismo a partir de la renovación de la filosofía del Foro Económico Mundial.
Los principios básicos son que las grandes empresas enfoquen su interés en sus empleados, clientes, comunidades y medio ambiente; que dejen de ser sólo una unidad generadora de riqueza para sus accionistas; que atiendan las aspiraciones humanas y respeten los valores éticos; que sean un grupo de interés al servicio del futuro global.
El presidente López Obrador debe su éxito a los malos políticos y empresarios que han saqueado impunemente a México.
Sus propósitos, declarados, son la honestidad, combatir la corrupción y la impunidad, un nuevo manejo económico de beneficio social y el fortalecimiento de los valores culturales, morales y espirituales para el renacimiento de México.
Pero hasta ahora el gobierno no ha presentado un programa coherente y factible para alcanzar esas metas; y tampoco ha logrado convencer a las élites empresariales para que inviertan y asuman un compromiso de responsabilidad social.
Ante esas circunstancias, el Manifiesto de Davos puede ser la oportunidad para que el gobierno y los grandes empresarios encuentren un punto de equilibrio entre los propósitos presidenciales y los principios del nuevo capitalismo y establezcan una política pública para el ejercicio gubernamental incluyente, sostenible y con una meta definida.
El Foro marcó como objetivo: Construir un mundo sostenible e inclusivo.