Un buen número de músculos se utilizan en un abrazo: los bíceps, los tríceps, los pectorales, los intercostales si es que se retiene el aliento, o hasta los músculos del cuello, si es demasiado fuerte.
Pero más allá de la actividad muscular, el abrazo amoroso y fraternal representa para el que lo da y el que lo recibe un sin fin de emociones y un gran shot de oxitocina y dopamina cerebral.
El abrazo, como pensaba el poeta chiapaneco Jaime Sabines, es una gran expresión de amor; en Los Amorosos, los amantes no logran encontrar su lugar, siempre están para arriba y para abajo, son almas en pena en fuga perpetua, hasta por fin alcanzan un poco de paz al encontrase abrazados por un momento, para después volver a la desesperación eterna de estar separados.
Los brazos como serpientes que envuelven al amante.
Un abrazo fraternal es siempre un momento de suspiro y de respiro profundo; un abrazo que da fuerza y vigor al débil, al que en ese instante se muestra frágil con las piernas de “hilacha” ese abrazo es un sostén; en ocasiones el abrazo viene acompañado de una cabeza que se apoya en el hombro vertiendo un mar de lágrimas, es ahí donde da consuelo.
Pero para mí el abrazo más significativo y sorprendente que he visto en carne propia, es aquel que dan los familiares cercanos al paciente encamado en una terapia intensiva.
A pesar de que el enfermo está sedado y con sueño profundo, es maravilloso presenciar cómo en el monitor la frecuencia cardiaca aumenta, la respiración se acelera, la temperatura se incrementa y la piel se enrojece y acalora hasta hacer vibrar y estallar las alarmas del monitor; el paciente aun en esas profundidades situacionales logra distinguir y reaccionar al abrazo del “ser querido”; no responde igual al abrazo de un médico o enfermería nunca es ni siquiera parecido; es más, podría permanecer indiferente.
Sin embargo cuando la esposa, hijo o hermano abraza al enfermo ocurre un brillo deslumbrante en la habitación, dos almas se interconectan sin hablar; inexplicable suceso para la ciencia; sin duda observar y presenciar un abrazo en tales circunstancias es realmente ¡mágico!
