El término “aura” proviene del griego y significa “brisa” o viento ligero. Galeno (394 a.C) hace muchos años escuchó ese término, cuando un paciente le narraba lo que sentía antes de convulsionar.
El paciente percibía una sensación que comenzaba en el pie y de ahí viajaba por el muslo hasta el cuello y la cabeza.
Esa sensación era como una “brisa fría” que al llegar a la cabeza el enfermo ya no recordaba más.
El aura es ya el comienzo de una crisis epiléptica, es decir ya se activaron o excitaron un grupo de neuronas en cierto lugar del cerebro; que después excitarán a otro gran grupo de neuronas y provocarán la convulsión clásica o tonicoclónica generalizada, con ojos hacia arriba, saliva por la boca, contracción muscular de brazos, piernas, etc.
Las sensaciones “previas” a la convulsión propiamente dicha, pueden ser muy variables, van desde la nausea o asco, olores fétidos, mareos, luces, sonidos, sudoración, miedo o sensación de angustia; de acuerdo a la localización del área epileptógena, así será el tipo de sensación.
La mayoría son desagradables o extrañas. Solo en algunos casos de epilepsia temporal con implicación en el área del placer o amígdala del sistema límbico, puede aparecer un aura extremadamente placentera.
Como lo describió el escritor ruso Fedor Dostoyevsky en sus novelas los Poseídos o el Idiota con el Príncipe Mishkin.
El gran escritor padecía de epilepsia temporal y cuando convulsionaba sentía un aura muy placentera que describió de esta manera:
“No hay una sensación más placentera en este mundo; dejaría todo por repetir la experiencia; es como tocar las puertas del cielo y ser parte del paraíso”.
¡Auténticos periodos de trance o éxtasis y posesión religiosa!