Cultura

La cronista y la ciudad

Nemi. Historias de una ciudad. Karla Gasca. Instituto Cultural de León. México, 2023.
Nemi. Historias de una ciudad. Karla Gasca. Instituto Cultural de León. México, 2023.

León, como otras ciudades del país, es una urbe de contrastes, de luces y sombras. Con aires de flaneur, reflexiva y crítica, la autora le toma el pulso a la metrópoli que la vio crecer y desarrollarse como escritora. Divaga, camina, desanda sobre sus huellas, trota, se oculta si es necesario sobrevivir, soporta. Sus descripciones avanzan en zig-zag, evita caer en la monotonía de un relato previsible; al contrario, se enfoca en aquello que no halla en la epidermis colectiva, y le brinda al lector distintos recovecos y giros en sus historias.

En una suerte de periodismo Gonzo, se disfraza de una pepenadora de basura con tal de evitar ser una cifra más de los feminicidios que ocurren, lamentablemente, a lo largo y ancho del país desde hace varios sexenios. Ante la imperiosa necesidad de recurrir a un estilo diferente de ver la realidad, al margen de un estilo tradicional, emerge el periodismo Gonzo proveniente de Estados Unidos, durante la década de los años sesenta. A través de esta condición, el cronista se antepone como el eje de la historia y además transmite lo que siente, experimenta, huele, toca, repele, salva, como lo hace Karla Gasca (León, Guanajuato. 1988) Sin duda, se trata de un ejercicio narrativo —y vivencial— de alto riesgo, pues casi a todo pulmón ella externa su simpatía por los noctámbulos que recorren la ciudad durante las primeras horas de la madrugada e, incluso, transita por las calles y avenidas más peligrosas de la comunidad leonesa.

¿Cuántas chicas iniciaron un recorrido por esta zona y no llegaron a su destino? En León también hay violencia, narcotráfico, asesinatos a mujeres, y todavía resulta imposible escapar de actitudes que buscan culpar a la víctima, revictimizarla. Porque, como señala Cristina Rivera Garza en El invencible verano de Liliana: “Se le llamó andaba en malos pasos. Se le llamó ¿para qué te vistes así? Se le llamó una mujer siempre tiene que darse su lugar. Se le llamó algo debió haber hecho para acabar de esa forma. Se le llamó sus padres la descuidaron. Se les llamó la chica que tomó una mala decisión. Se le llamó, incluso, se lo merecía. La falta de lenguaje es apabullante. La falta de lenguaje nos maniata, nos sofoca, nos estrangula, nos dispara, nos desuella, nos cercena, nos condena”.

El hilo en común de este tapiz cromático es la diversidad, los heterogéneos rostros que caminan, habitan, escuchan, saborean y recuerdan cómo era y es León: la ciudad vieja, la moderna, la urbanizada, la que se fue llenando de zapaterías y curtidores de piel, la nueva, la sobrepoblada, la de rica comida y helados, la del enorme tianguis de los domingos en donde cualquier cosa puede ocurrir hasta que salga una serpiente de una cesta, como sucede en los mercados ambulantes asiáticos y africanos.

Tomarle el pulso a una ciudad como León hace que su prosa no se limite, sino que encuentra pasajes, laberintos, sonidos, cumbias, duelos de baile, riñas atípicas, combates de flores e incluso historias de terror, como la que vivió una chica que fue asesinada por su novio. No hubo —y tal vez— no habrá justicia para ella, pues se propagó el rumor de que el asesino había muerto a los pocos meses de lo sucedido, mas no fue cierto. Aunque la casa del portón cambió de dueños, de aspecto, siempre quedará la verdad oculta, como un palimpsesto que se niega a silenciar la sangre derramada. Porque aunque los nuevos inquilinos coloquen un color de pintura distinto o hagan que los árboles del jardín se poden en forma de figuras atractivas para la mayoría de las personas, estará la duda si en verdad ocurrió lo que se sabe, lo que se negaron a oír y a esclarecer.

También figura un espacio para la reflexión; es decir, cuando se hace referencia a la época del Covid-19, un tiempo suspendido que, como sociedad, nos hizo más vulnerables y, paradójicamente, más fuertes y resistentes.

La intención de su escritura recuerda lo que hizo Luis González y González con Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia (1968), en el que elabora un repaso sobre el pasado de una comunidad y los rasgos que la identifican, sin caer en el culto a los héroes de la región. “La mayoría de los microhistoriadores de la vieja guardia cierran sus libros con una nómina de los emigrados ilustres de la localidad en cuestión. Los de la nueva ola prescinden de los nombres propios, no creen que los individuos cuenten en las pequeñas comunidades”, escribe González y González. Aquí ocurre de manera inversa, cada habitante aporta algo insustituible en este mosaico de historias y vidas que se entrelazan. La prosa de Karla Gasca se encarga de recuperar esa memoria colectiva que retrata a los leoneses.

El lector tiene en sus manos la invitación para deambular por los pasajes hacia el relato breve, el monólogo, la bitácora, el fragmento, la introspección. Todo lo anterior en perspectiva con la crónica. Revisitar la historia personal y comunitaria de una ciudad remite al fondo y forma de cómo se edifican analogías literarias de un solo trazo.

Vivian Gornick hace algo similar con la ciudad de Nueva York en Apegos feroces y en La mujer singular y la ciudad. Sube, baja, rodea, se desespera, enaltece la amistad, revisita las calles de la gran manzana y sabe que cualquier tipo de placer quedará aniquilado con la muerte, dado que a los seres humanos —tarde o temprano— terminará por invadirnos la decrepitud. Para Gornick las amistades se entretienen en “esa lucha entre la devoción a la melancolía y a la atracción por la expresividad. Las aceras están repletas de aquellos que anhelan escapar de la sentencia a cadena perpetua de una para participar de la promesa de la otra. Hay momentos en que la ciudad parece tambalearse bajo su impacto”, acaso como sucede en León y en otras tantas capitales.

Ya lo dijo Borges sobre su relación con la ciudad de Buenos Aires, “no nos une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto”.


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
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  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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