Angela Merkel cumplió 13 años como canciller de Alemania y 18 como dirigente de la Unión Demócrata Cristiana, de las cuales se retira este año.
No aspira a liderar a Europa en donde tendría un lugar seguro. Su retirada es total. Todo porque ocurrió en su partido un ligero revés y quizá por el cansancio que provoca llevar las riendas de un gobierno formado por un inteligente electorado.
La dignidad de un político exige salir con aplauso, y no esperar que lo echen, como ha sucedido con las dictaduras personales y de partido. Hay políticos que con grueso caparazón, rehúsan aceptar que son rechazados por la sociedad por sus desplantes y groserías… como peleoneros de barrio.
Al despedirse, la canciller recibió un prolongado aplauso de sus pares, y también del pueblo alemán… se incluye a personas de otros países que constatan que la respetabilidad también es digna de aplauso… tan escasa en nuestra Latinoamérica .
Angela se va a su sencillo departamento a seguir compartiendo con su esposo las labores del hogar. Porque ella no construyó una mansión con alberca, servidumbre y lujos para ofrecer fiestas maratónicas a sus invitados… y saborear con concupiscencia las mieles y frutos del poder.
La canciller no le dio trabajo a ningún familiar o amigo, ni favoreció a proveedores; ante quien le insinuara algún tipo de “arreglo”, se ponía de pie, dando por terminada la entrevista. Su espíritu humanitario de abrir las fronteras a un millón de refugiados que huían de sus países por hambre e inseguridad; a pesar del costo para su partido en votos, siguió firme.
Angela nunca recibió rechiflas, manifestaciones, adversidad de las minorías y menos se le hicieron caricaturas hirientes. Nunca se quejó de los cancilleres anteriores y sus actuaciones, ni siquiera de quienes gobernaron la Alemania del Este, donde vivió antes de la caída del muro.
No dividió a la población entre los “malos” de la izquierda , los potentados e intelectuales, y los arios “buenos” , trabajadores y necesitados de la protección del Estado.
Durante su larga gestión no recibió caravanas de apoyo con pancartas ni buscó la fotografía en actos de beneficio general o abrazando a un pobre. Su ropa reflejaba su carácter: austero y sin alhajas. “No soy modelo” , le contestó a un periodista , pues siempre vestía igual.
Cuando aparecía para dar anuncios, no decía tonterías ni se contradecía. Cero discurso político partidista y cero autoelogio . No expresaba resentimientos y si los tenía, se los guardaba.
Todo un modelo la señora Merkel, para los políticos que deseen ser respetables. _