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'Riesgo'... ¿Qué es eso?

Nuestra percepción del riesgo es invariablemente sesgada. Nuestro cerebro no está construido para prestarle atención a todos los riesgos, sino al riesgo que sentimos más cercano. Y hay que tener cuidado con esto: no le prestamos más atención al riesgo inminente, ni al más dañino, sino al que “sentimos” que nos puede afectar más. Y la palabra clave aquí es “sentimos”.

Obviamente, muchas veces ese sentimiento de cercanía viene cargado de sesgos. Un ejemplo claro es el terrorismo. Varios estudios en EU demuestran que la cobertura en medios al terrorismo es alrededor del 36 por ciento, mientras que las búsquedas en Google sobre temas relacionados alcanzan 8 por ciento. Sin embargo, la probabilidad estadística de morir en un atentado terrorista es menor a 0.01 por ciento. Es decir, el riesgo real de morir en un atentado terrorista es prácticamente nula. Sin embargo, nos preocupa e, incluso, buscamos situaciones que, según nosotros, minimizan el riesgo de exponernos a un atentado.

Por otro lado, riesgos más latentes, pero no tan presentes, tendemos a olvidarlos y a tomar pocas medidas en contra de ellos. Siguiendo la misma tónica del párrafo anterior, tenemos los problemas cardiovasculares. El 30 por ciento de la población estadunidense muere de enfermedades relacionadas con el corazón, las que tienen una correlación bastante fuerte con la obesidad, sin embargo, hacemos poco para combatirla. Asimismo, las búsquedas en Google sobre temas relacionados alcanzan solo 2 por ciento. ¡Una cuarta parte de las búsquedas relacionadas con el terrorismo! No solo se combate poco, sino que también nos preocupa poco.

Dado lo anterior, podríamos concluir que hay una asimetría en la forma en la que percibimos el riesgo. Paul Slovic, considerado uno de los investigadores más importantes sobre cómo percibimos el riesgo, dice en uno de sus libros: “El riesgo no existe ahí afuera, independientemente de nuestras mentes y nuestra cultura, esperando que alguien lo mida. Los seres humanos han inventado el concepto de riesgo para poder entender y sobrellevar los peligros y las incertidumbres de la vida. Aunque estos peligros son reales, no hay algo así como el riesgo real o el riesgo objetivo”.

¿Cómo afecta todo lo anterior a nuestra situación actual? Muy sencillo. Los riesgos a los que temíamos a finales de 2021 pasaron a segundo o tercer término y, hoy por hoy, estamos enfocados en la Guerra entre Rusia y Ucrania. Objetivamente, ¿los riesgos anteriores dejaron de tener relevancia? No. ¿Y entonces qué hacemos con ellos? Tendemos a minimizarlos, lo cual podría hacer que nuestra toma de decisiones, sobre todo en temas de inversiones, se vuelva deficiente.

Si bien hemos sentido y visto que los casos de COVID- 19 van a la baja, no podemos descartar el surgimiento de nuevas variantes que podrían traer una enésima ola de contagios a nivel global, lo que podría implicar mayores disrupciones los siguientes meses. Por otro lado, el tema inflacionario y el de recuperación económica va a seguir presente el resto del año (y probablemente durante 2023), y si bien no hemos visto aún datos duros (solo cálculos preliminares) sobre cómo podría incidir los temas geopolíticos en la economía, es probable que los estimados que se hayan presentado sean poco útiles. Lo que estamos viviendo hoy no tiene precedente en los últimos años, y comparativas históricas tenderán a ser poco precisas ya que el mundo ha cambiado mucho en relación con su dependencia a ciertas materias primas, como los combustibles fósiles y algunos productos agrícolas.

Los riesgos que nos “asustaban” en 2021 tenderán a permanecer mucho más tiempo que lo que dure el conflicto, por lo que no considerarlos hoy en día en nuestra toma de decisiones sería un error. Sin embargo, hacerlo es complicado. El estímulo más fuerte que estamos recibiendo hoy viene del lado del miedo, y el miedo tiende a cegarnos.

Mi recomendación en este punto es: identifica tu miedo. El miedo distorsiona nuestra percepción del riesgo y, por lo tanto, hace que tomemos decisiones poco acertadas. Una vez identificado, busca llevarlo a su justa dimensión: busca datos, estadísticas, opiniones poco sesgadas y fórmate tu propia opinión. Generalmente nos quedamos con la información que los medios de comunicación más importantes nos proveen. Eso no es correcto. Vivimos en la época de la información, y es un pecado no indagar más. La información está ahí, hay que buscarla, interpretarla y formarnos un juicio propio, y no adoptar la opinión que los medios quieran darnos. Solo así podremos tomar una decisión más centrada en la realidad, y menos enfocada en nuestros propios sesgos.

¿Es algo fácil de hacer? No. De hecho, es bastante complejo. Ya sea por falta de tiempo, conocimiento, habilidades, recursos, etc. Sin embargo, si la decisión que estás tomando, ya sea de inversiones, personales, de salud, o de lo que sea, es suficientemente importante, el tiempo dedicado a llevar a cabo dicha tarea será recompensado con creces. Mejores decisiones, dan lugar a una mejor calidad de vida.

En esta época de abundante información, informarse es fácil, pero informarse bien es una necesidad que, lamentablemente, está cayendo en desuso. Solo informándonos bien podremos tener una percepción más precisa de los riesgos, y así, podremos decidir de la mejor manera posible.

*Luis Gonzalí

CFA, Chief financial Analist, vicepresidente y co-director de Inversiones en Franklin Templeton México*

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  • CFA, Gestor del Fondo, VP y Co Director de Inversiones en Franklin Templeton México.
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