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Lo inamovible y lo imparable

Cuando era adolescente cayó en mis manos el libro Cien preguntas sobre la ciencia, de Isaac Asimov, y recuerdo haberlo leído de una sentada. El libro planteaba, como su nombre lo indica, cien preguntas recurrentes sobre el mundo científico, mientras Asimov las respondía con la facilidad y elocuencia que lo caracterizaban.

Si bien es un libro que toca muchos temas, una de las primeras preguntas me llamó la atención pues me mostró, por primera vez, cómo es que el uso de la lógica nos puede ayudar a resolver problemas que parecen intrincados, pero que en realidad son muy sencillos. La pregunta decía: ¿qué pasaría si un objeto inamovible se enfrentara a una fuerza imparable? ¿Quién “ganaría”? Parece algo complicado de resolver, de entrada, porque no hay forma de ponerlo en práctica. No hay forma de conseguir un objeto inamovible ni una fuerza imparable para impactarlo. Sin embargo, Asimov demuestra en su respuesta que no es necesario poner la cuestión a prueba.

La respuesta a la pregunta se construye con mera lógica: en un mismo espacio no pueden coexistir ambas ideas. Si existiese un objeto inamovible, entonces, por definición, no existiría una fuerza imparable; si existiera una fuerza imparable, entonces no habría cabida para un objeto inamovible. ¡Tan simple como eso! ¡No porque algo se pueda nombrar o decir, significa que sea cierto o tenga sentido! En la época de la posverdad esta idea suena bastante revolucionaria, pero en realidad es tan vieja como la inteligencia humana.

Ahora bien, ¿es Trump una fuerza imparable o existe un objeto inamovible capaz de resistir su fuerza? Al tomar control de la narrativa diaria, como lo ha hecho, Trump parece una fuerza imparable. Cualquier contraataque de sus “rivales” a alguna de sus agresiones, es recibido y contestado con el doble de fuerza de la que se recibió, doblegando cualquier intento de retaliación. Trump tiene la certeza de estar jugando con todas las cartas en la mesa, y actúa en consecuencia. ¿Qué objeto puede resistirse a semejante despliegue de poder?

Trump es un hombre de convicciones fuertes, y una de ellas es hacer lo que se tenga que hacer para “convertir a América grande de nuevo”. Sin embargo, la convicción no es suficiente; a Trump le falta algo muy importante para lograrlo: el mandato. Trump tiene la convicción, pero no tiene el mandato. Y cuando hablo del mandato, me refiero al apoyo de la mayor parte de la población. Para entenderlo, pongamos el ejemplo del ataque a Pearl Harbor. Antes del ataque en diciembre de 1941, el consenso general de la población era que EU no debía entrar a la Segunda Guerra Mundial, aunque Franklin Delano Roosevelt (FDR) así lo quisiera. FDR tenía la convicción, pero no el mandato. Después del ataque a Pearl Harbor, la opinión pública cambió radicalmente, dándole a FDR el mandato que necesitaba para entrar a la guerra.

El mandato de Trump hoy es bastante débil. En los últimos 75 años de historia, es el segundo presidente peor calificado al inicio de su presidencia con 47 por ciento de aprobación, solo derrotado por el primer periodo presidencial de él mismo, cuando su aprobación era de 45 por ciento. Por otro lado, su nivel de desaprobación actual es de 48 por ciento, ¡ligeramente mayor que su nivel de aprobación! Hoy ese es su objeto inamovible. No tiene un respaldo generalizado de su población y sin él un político no es nada.

¿Qué está esperando entonces? ¿por qué no bajar el tono de las agresiones dado el bajo apoyo público que ostenta? Donald Trump está esperando su Pearl Harbor. A lo que Trump le está apostando es que, en medio de sus agresiones, venga un “contraataque” lo suficientemente importante para que su población se indigne y lo apoye, reafirmando su convicción, y brindándole el mandato que tanto necesita. ¿Puede suceder? Lo veo poco probable. Trump llegó a la presidencia con promesas claras de mejorar la vida de los estadunidenses después de una ola implacable de inflación que no se había visto en más de 40 años; sin embargo, hoy no solo no lo ha logrado, sino que además está pidiendo que se aguanten un poco más, pues esta guerra traerá dolor. ¡Ya está, incluso, introduciendo la narrativa de una posible recesión en el corto plazo! ¡Una hermosa recesión!

El apoyo público es poco probable que repunte y con ello los mercados. Si bien Trump ha sido muy enfático al decir que no está volteando a ver los mercados, lo cual ha recrudecido la corrección durante los últimos días, los inversionistas siempre tienen la forma de hacerse notar. Como decía Michael Cembalest, director general del Asset Management de JPM, en su último reporte: “Al mercado no se le puede acusar, arrestar o deportar; no se le puede intimidar, amenazar o hacer bullying; no tiene género, etnia o religión (…) es la maquina de votación por excelencia”. A eso se enfrenta esta fuerza imparable que es Donald Trump: al objeto inamovible que es la opinión popular, y a su brazo armado por excelencia, el mercado de valores. Asimov nos mostró que los dos no pueden coexistir en un mismo espacio. ¿Quién saldrá victorioso?


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Luis Gonzalí
  • Luis Gonzalí
  • [email protected]
  • CFA, Gestor del Fondo, VP y Co Director de Inversiones en Franklin Templeton México.
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