En estos tiempos que vivimos, en los que hasta nuestros ojos llega todo tipo de información en cantidades inmanejables, por así llamarlo.
Llegó hasta los míos la historia de Kevin Carter, foto-reportero sudafricano que por los años 90as, ganó un premio Pulitzer con una fotografía en la que en un paraje de desolación, aparecía una pequeña niña sudanesa en estado extremo de inanición y un buitre que a pocos metros la observaba atentamente.
Su publicación en el NYT, generó una sacudida emocional en quienes la vieron, con las obligadas reflexiones tales como:
¿Que fue de aquella niña?; ¿Qué si hizo o no algo Carter para ayudarla?, así como toda clase de juicios sobre la supuesta indiferencia del reportero ante la dramática escena, sobre todo después de una entrevista en la qué, él declaró que se retiró por que debía tomar un vuelo.
Reflexiones, juicios y sentencias morales fáciles, hechas desde luego y como suele suceder, desde una cómoda y segura distancia de los hechos, y en un espacio que nada tenía que ver con el entorno de extrema violencia en el que diariamente se desenvolvía Carter en el Sudán de esos años.
El tema me hizo recordar las palabras de Zana Briski, activista política y fotógrafa inglesa de origen judío, a quien hace tiempo tuve la suerte de escuchar cuando narraba sus experiencias en la India en ocasión de su documental:
“Los niños del Barrio Rojo” ganador de un Oscar, donde abordaba el tema de la prostitución y el infanticidio de niñas en ese país.
Su fundación: “Kids with Cameras”, ha ayudado a cambiar la vida de muchos hijos de prostitutas y en aquella plática, decía Zana que aunque no es fácil, en ciertas ocasiones es necesario que el que reportea se “desligue” emocionalmente de la escena que su cámara captura.
Algo similar plantea Pérez Reverte (ex reportero de guerra) en su novela “el Pintor de Batallas”.
Esto al fin de cuentas no es sino la manera en qué, al igual que los foto-reporteros, todos tenemos que aprender a seguir adelante y vivir “sin culpas”, a pesar de lo trágica y dramática que pueda ser la realidad de la vida diaria.