Si hay un sector que tendrá que reconstruir muchas cosas, como parte de la nueva normalidad, es el turismo. México, durante los últimos 10 años, consolidó su posición como una potencia turística que alentó la generación de infraestructura orientada a recibir cada vez más turistas del extranjero. La marca México se había posicionado con éxito en el mercado internacional, y en particular el Aeropuerto de Cancún se convirtió en el polo de atracción que, entre otras cosas, generó empleo para mujeres y jóvenes, ahora los más golpeados por la pandemia. Los espacios vacíos del turismo son una preocupación fundamental: desde las aerolíneas, las cadenas hoteleras y los prestadores de servicios, lo que gira alrededor del turismo está viviendo un momento crítico.
Por eso vale la pena reflexionar sobre la recuperación y la nueva normalidad en el turismo, y en ese sentido, el Estado de México tiene mucho que ganar. Por algún tiempo, de acuerdo a los primeros estudios disponibles, la gente evitará los aviones y las vacaciones que impliquen movimientos lejos de casa. Los periodos vacacionales se tratarán de redescubrir los atractivos que están cerca, a la mano, a los que podemos llegar manejando en poco tiempo. Los grandes hoteles y los renombrados destinos, dentro y fuera de México, tendrán que esperar un poco más; vendrá el boom de los pueblos mágicos, las pequeñas ciudades, los hoteles más sencillos y los paseos que habíamos dejado de hacer.
En el centro del país, con más de 30 millones de habitantes, todos los caminos llegan al Estado de México. Tenemos Tepotzotlán, Teotihuacán, la región de los volcanes, Valle de Bravo e Ixtapan. Metepec o El Oro, el Acueducto del Padre Tembleque, la casa de Sor Juana o las Grutas de la Estrella, son atractivos indescriptibles para todos los gustos y presupuestos. A la vuelta de la esquina, el Estado de México tendrá una oportunidad inédita para lanzarse por el nuevo mercado del turismo que nacerá en la era post-Covid.
Para lograrlo, el gobierno del estado y los municipios deben iniciar una campaña inspirada en estos momentos, y un programa que aliente el empleo temporal y permita a los prestadores de servicios turísticos acceder a créditos o estímulos económicos. Si todos unidos, sociedad y gobierno, buscamos los mecanismos que nos aparten de la quiebra y la crisis, nos acercaremos a aprovechar una oportunidad que podría significar empleos, bienestar y esperanza en el corto plazo.
Lo que viene tiene que ver con adaptarnos a la nueva realidad. En el turismo, la acción colaborativa entre el gobierno y el sector privado podría ser la diferencia, el ejemplo y la luz al final del túnel. Simplemente hay que estructurar visiones diferentes en momentos que exigen imaginación, y ese turismo, el que ya tenemos, podría convertirse en el afortunado protagonista de la nueva normalidad.