Gavin Newsom ha elevado su perfil nacional mediante un estilo comunicativo nuevo y provocador que lo establece como figura contraria al trumpismo, aunque no sin costos reales.
En los últimos meses ha desplegado una alianza sorprendente entre sátira, estrategia política y espectáculo digital: memes generados por inteligencia artificial, mercadería paródica que generó más de $300 000 dólares en solo 24 horas, y una robusta campaña en redes que captó millones de visualizaciones. Todo ello lo ha posicionado como la contracara de Trump, con un estilo de combate mediatizado que es, a todas luces, una jugada deliberada para mantenerse en el centro de atención.
De hecho, algunos análisis destacan que sus movimientos —como proponer una reforma electoral que contravenga la comisión independiente de redistribución del estado— son una respuesta directa al gambito republicano en Texas, con el objetivo de recuperar cinco escaños demócratas para el Congreso. Esta estrategia ha alimentado el discurso de resistencia frente al trumpismo, una narrativa que ya lo consagra como uno de los nombres clave para liderar el ala más combativa de los demócratas.
Las cifras no mienten: desde junio, su cuenta en X ha crecido un 450 % en seguidores, sus plataformas sociales sumaron 1 millón de nuevos adeptos, y su visibilidad se disparó tanto que, según encuestas y mercados de apuestas, sus posibilidades como aspirante demócrata para 2028 se duplicaron, pasando del 11 % en junio al 24 % en agosto. Eso, sin contar que periodistas y analistas lo reconocen como un "líder de la resistencia", ubicado en primera línea del aparato opositor.
Pero este ascenso viene acompañado por señales de alarma. En primer lugar, muchos advierten que esta estrategia de “pelear como Trump” puede volverse en su contra. Hay críticas, por ejemplo, en The Guardian, que señalan que el humor y la teatralidad pueden ser útiles para generar atención, pero no bastan si no se respaldan con políticas sustantivas que conecten con las necesidades cotidianas de la gente —salud, vivienda, infraestructura—. Desde un ángulo similar, Newsweek enfatiza el peso de factores estructurales como los incendios, la crisis de vivienda, y la percepción de California como un estado “demasiado liberal”, aspectos que podrían restar fuerza a su narrativa.
En segunda instancia, su podcast This Is Gavin Newsom, en el que conversa con figuras conservadoras como Charlie Kirk, Steve Bannon o Michael Savage, generó incomodidad incluso entre demócratas. Muchos ven esos acercamientos como oportunistas o contradictorios con su posible candidatura: ¿construir puentes o arriesgarse a diluir su imagen?
Adicionalmente, aunque su estrategia ha sido celebrada en círculos demócratas, el costo político en California no es menor: su popularidad estatal ha caído, la aprobación entre independientes bajó y en California persisten problemas de fondo que le restan capital político para consolidarse como candidato serio.
En suma, Newsom está jugando una carta arriesgada e ingeniosa: liderar la lucha contra Trump desde un escenario mediático, con audacia, memes y confrontación directa. Pero la política real no ocurre solo en X: para rivalizar de verdad con el trumpismo en 2028 necesitará una agenda sólida, resultados tangibles y, sobre todo, recuperar credibilidad en los terrenos difíciles de California.