Política

El teleprompter y unas escaleras mecánicas

  • Ekos
  • El teleprompter y unas escaleras mecánicas
  • Javier García Bejos

Que unas escaleras mecánicas y un teleprompter presenten problemas en la celebración de un evento puede ser un incidente meramente anecdótico, puesto que este tipo de incidencias son algo relativamente común. Que esto suceda en la sede de la ONU, el día de la Asamblea General y que sea aprovechado por el presidente de Estados Unidos para describir el deterioro de la institución pesa porque en política el simbolismo es clave para definir narrativas.

Más allá del reconocimiento formal al estado de Palestina por parte de Francia, Reino Unido, Canadá, Australia entre otros, la asamblea, como es costumbre, concluyó sin acuerdos o compromisos sólidos. Lo cual es decepcionante. Los cuestionamientos al organismo y las proclamas por reformarlo y hacerlo más eficiente y útil siguen quedándose en el papel. En una época en la que el multilateralismo va en picada, la necesidad de replantearlo está latente pero no se ve la suficiente voluntad política para dar un paso adelante.

El contraste es brutal: mientras líderes de todo el mundo se suben al estrado para reiterar viejas promesas y lanzar advertencias sobre un orden internacional en crisis, los hechos se acumulan fuera de las paredes de la ONU con un dramatismo que la diplomacia no alcanza a procesar. Gaza sigue siendo un símbolo de impotencia global, Sudán se desangra en silencio, el cambio climático avanza más rápido que la voluntad política, y la desigualdad socava la legitimidad de las democracias. El foro que nació como esperanza de gobernanza colectiva hoy parece más un escenario para declaraciones de ocasión que para decisiones transformadoras.

El problema no es solo de forma, sino de fondo. La ONU refleja la parálisis de un sistema internacional atrapado entre el veto de las potencias y el desencanto de las naciones medianas y pequeñas, que ven cómo sus reclamos se diluyen en discursos vacíos. Reformar la institución requiere ceder poder y privilegios, y justamente ahí radica el mayor obstáculo: nadie quiere renunciar a cuotas de influencia en un tablero cada vez más fragmentado.

Por eso el tropiezo con un teleprompter o unas escaleras mecánicas no es anecdótico, sino un síntoma. La ONU parece un edificio con fallas técnicas que intenta sostener un relato solemne mientras el desgaste estructural es inocultable. La pregunta es si la comunidad internacional permitirá que el multilateralismo se oxide entre símbolos y rutinas, o si tendrá el coraje de emprender la reparación mayor que tanto se necesita antes de que la maquinaria global se detenga del todo.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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