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Lo de siempre: se frenan las economías

Parece una trampa cíclica: crisis, contracciones, recuperaciones lentas y desaceleraciones. Y todo esto en un escenario caracterizado por el crecimiento económico insuficiente en un contexto en el que se necesitan revertir la pobreza y la desigualdad. Hace unos días el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó su pronóstico de crecimiento de la economía mexicana en 2024 y calcula un repunte de 2.2 por ciento, mientras que en el pasado mes de abril el organismo creía que la cifra sería de 2.4 por ciento. Esto nos habla claramente de una desaceleración de la economía mexicana, aunque no se trata de un caso aislado sino de una situación generalizada en América Latina.

Los países latinoamericanos se enfrentan este año al fenómeno de la desaceleración, es decir que las economías no crecerán con la misma celeridad que se dio el año pasado. En 2024 se espera un crecimiento de 1.9 por ciento, en tanto en 2023 el repunte fue de 2.3 por ciento. La región se está frenando en su avance económico luego del rebote que se tuvo en los últimos años, en tanto uno de los puntos más críticos es Argentina que, nuevamente, este año cerrará con números rojos. Los países comparten el problema del crecimiento escaso y de las enormes necesidades sociales que hay que atender.

Si bien la disminución del ritmo de la actividad económica afecta al conjunto latinoamericano, en el caso de México tiene un matiz especial: el principal motivo de la desaceleración es que la economía de Estados Unidos se está frenando. Y esto implica un impacto directo en México, ya que hay una dependencia muy importante. Cuando la economía estadounidense enfrenta problemas, estos se extienden al mercado mexicano y afectan el crecimiento, las inversiones, el empleo, el intercambio comercial y otros sectores.

Cada vez que en América Latina nos enfrentamos a los pronósticos poco optimistas para nuestras economías, la gran pregunta que siempre emerge es por qué nuestros motores propios siguen siendo débiles y no alcanzan para impulsar el crecimiento, la generación de empleos y de las oportunidades que se necesitan. Cuando China tiene un mal año, cuando Estados Unidos se desacelera, cuando los precios de las materias primas caen o cuando hay cualquier contingencia, la precariedad latinoamericana se nota mucho en sus indicadores, en sus frenos, en sus dependencias consuetudinarias.

Si hay algo que debemos aprender en nuestras economías es que las desaceleraciones, las crisis y los malos vientos son constantes, siempre los hemos enfrentado y padecido. Y por eso, cualquier estrategia debe considerar el fortalecimiento de los motores propios, la diversificación de la oferta exportadora, la mejoría de la productividad y, fundamentalmente, una fuerte inversión en el principal capital: la educación de la gente. Seguir jugando a la dependencia es como esperar que una buena lluvia se lleve la pobreza. El problema no es la desaceleración, es el impulso propio. Ese es el que hay que reinventar.


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Héctor Farina Ojeda
  • Héctor Farina Ojeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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