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Las brechas que persisten

La desigualdad económica y social es uno de los malestares más persistentes en América Latina, a tal punto que la región es la más desigual del mundo. Hay no solamente una tendencia a concentrar la riqueza en pocas manos y a repartir la pobreza en forma amplia, sino que la brecha en los que más tienen y los que más carecen se profundiza. Los mundos de aquellos que viven entre la minoría de personas que acumulan más riqueza y los que sobreviven con carencias y precariedades ya casi no tienen nada que ver, más allá de la pertenencia geográfica. Hay un abismo en cuanto a condiciones de vida, en cuanto a bienestar, en cuanto a posibilidades de mejorar.

Una muestra -renovada- la tenemos con los datos de la desigualdad mexicana: el 1 por ciento más rico concentra el 35 por ciento del ingreso nacional mientras que el 10 por ciento más pobre se queda con apenas el 2 por ciento del ingreso. En cuanto a la brecha es alarmante: ese 1 por ciento de personas más ricas gana 442 veces más que el 10 por ciento de las personas que menos tienen, de acuerdo a los datos de Oxfam México y el Instituto de Estudios sobre la Desigualdad, que se basaron en datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares 2024.

La desigualdad es un problema de alcance global y no solamente mexicano. En América Latina hay economías profundamente desiguales como Brasil, Colombia, Guatemala, Honduras y Panamá. Y como referencia llamativa tenemos a Chile, la otrora economía estrella del firmamento latinoamericano que logró reducciones importantes en la pobreza desde finales de los 80 pero al precio de ensanchar la desigualdad: los pobres son muy pobres y los ricos son muy ricos. Pero a nivel mundial la cosa no mejora, al contrario: el 1 por ciento de los multimillonarios acumula más riqueza que el 95 por ciento de la población, de acuerdo a los datos de Oxfam de 2024.

La cuestión de fondo va mucho más allá de los ingresos o del dinero: se trata de una brecha que divide el mundo mediante un sistema de privilegios y exclusiones. Para millones de personas el no contar con ingresos suficientes significa una exclusión cruel de los sistemas de salud, del acceso a la educación de calidad y, en general, de condiciones mínimas que favorezcan una buena calidad de vida. Ni hablar del acceso a la vivienda o la cultura, altamente condicionados por los ingresos. Más que una brecha que divide al mundo ya deberíamos hablar de dos mundos separados por un abismo económico.

Detrás de la desigualdad estadística hay una profunda necesidad de justicia social, de generar condiciones para revertir la pobreza y para que el desnivel de los ingresos no represente una exclusión social. Hay mucho por trabajar y mejorar para evitar que la brecha nos devore a todos: desde la inversión social hasta la recuperación de calidad educativa en la escuela pública, desde el acceso a la salud hasta la creación de empleos de calidad, desde repensar los impuestos hasta saber invertir mejor. Las desigualdades son una urgencia y hay que atenderlas.


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Héctor Farina Ojeda
  • Héctor Farina Ojeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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