Es indudable que el plan de vacunación que está desarrollando nuestro país a fin de inocular contra el Covid a la población, se ha estado desarrollando en base a prueba y error… ¡pero va avanzando! Y poco a poco se ven los módulos más organizados y el tiempo de espera menor. Sin embargo, desde que arrancó la campaña hemos visto lo poco tolerantes que somos ante la espera de nuestro turno. Tristemente si estamos de visita en otro país, procuramos seguir el orden que se nos marca, pero en el nuestro no estamos dispuestos a esperar en una fila el momento en que nos toque a nosotros. Por ello han sido ya varios los ejemplos en dónde hemos visto aflorar nuestro YO egoísta, tramposo y narcisista.
La forma en la que estos “Yo - Yos” operan, me recuerdan a la escena de la película “Titanic”, en la que varios hombres, olvidando el mandato categórico de “mujeres y niños primero” se lanzaban sobre los pocos botes salvavidas disponibles. Hay quien dice que es completamente normal que en tiempos de supervivencia o peligro, aflore nuestro “gen egoísta” en el procuramos protegernos a nosotros mismos y a nuestras crías. Y por eso la desesperada necesidad de recibir a toda costa la vacuna, aunque no nos corresponda, sin importar que dejemos sin su dosis a alguien a quien sí le tocaba.
Aunque para ser honestos, este tipo de conductas se viven todos los días en nuestro país, aún sin pandemia. Nunca falta el que se quiere meter en la fila del banco, el que en el tráfico quiere pasar primero sin importar el caos que genere, el que finge ser alguien más para recibir un beneficio… en fin: es una actitud que tristemente está muy arraigada entre nosotros.
Y en el caso de las vacunas hemos sido testigos de todo tipo de personajes -desde políticos, funcionarios de salud o gente que se siente “influyente”- que busca ser vacunada junto con sus familias sin esperar el turno que le corresponde según el Plan de Vacunación del país, lo que significa una completa falta a la moral pública. Pero ese comportamiento narcisista, del que se prioriza a sí mismo, no es exclusivo de las altas esferas de la sociedad. Ahora que la campaña de vacunación va avanzando semana con semana visitando diferentes municipios para inmunizar a adultos mayores, hay quien no está dispuesto a esperar el momento que corresponda a su municipio, e intenta hacerse pasar por habitante del lugar en turno.
La vacuna sin duda, es una luz de esperanza. Pero es muy triste querer brillar con esa luz a costa de la oscuridad de otro. Más tarde o más temprano a todos nos va a tocar el turno, pero será hasta que todos la tengamos cuando podamos vivir una normalidad lo más parecida a la que solíamos tener. Tu valor es incalculable, mereces la seguridad que brinda la vacuna. Pero tu vecino también. O a ti ¿qué te dice el espejo?
Gina Serrano