Pareciera que estamos tan acostumbrados a lo que se ve, a lo que se lee en los noticieros y en las redes sociales, que ya nada nos afecta. Violencia, impunidad, pobreza, maltrato animal, crímenes ambientales, guerra… en fin, tantas cosas que a diario se difunden y ante lo cual simplemente le damos vuelta a la hoja porque lo sentimos lejano, ajeno a nosotros.
Justamente pensando en esto, recordé una vieja fábula que cuenta la historia de un ratón que miraba por un agujero de la pared y notó que el granjero y su esposa abrían un paquete. Quedó aterrorizado al ver que el paquete contenía una trampa para ratones.
Así que corrió al patio a advertirles a todos. “¡Hay una ratonera en casa! ¡Hay una ratonera!” gritó despavorido. La gallina que estaba cacareando y escarbando le dijo: "disculpe señor ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, pero a mí no me perjudica en nada". Entonces fue con el cordero para platicarle y este le respondió: "Disculpe señor ratón, pero no creo poder hacer algo más que pedir por usted en mis oraciones". Desesperado, el ratón fue a buscar ayuda de la vaca, pero ella le dijo: "¿Acaso estoy en peligro? ¡Pienso que no! ". El ratón volvió a la casa, preocupado, abatido y sintiéndose solo para encarar a la ratonera del granjero.
De repente, aquella noche se escuchó el fuerte ruido de la ratonera atrapando a su víctima. La mujer corrió a ver qué había atrapado. En la oscuridad ella no notó que lo que había caído en la ratonera era una serpiente venenosa. La serpiente, con la cola atorada en la ratonera, mordió de un brinco a la mujer, por lo que de inmediato su marido la llevó al hospital. Al poco rato regresaron a casa con medicamentos, pero no lograban bajarle la fiebre. El granjero para reconfortarla le preparó una nutritiva sopa, por lo que con cuchillo en mano fue a buscar el ingrediente principal: la gallina. Varios amigos y vecinos, preocupados por su estado de salud, fueron a visitarlos, y el granjero necesitó matar al cordero para alimentarlos. La mujer no mejoró y a los pocos días murió. El esposo tuvo que vender la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.
Así que la próxima vez que creas que lo que pasa a nuestro alrededor no te afecta, que no es problema tuyo y no debes prestarle atención, piénsalo dos veces. El que no vive para servir no sirve para vivir. Y recuerda, el mundo no anda mal por la maldad de los malos sino por la apatía de los buenos. O a ti ¿qué te dice el espejo?.
Gina Serrano
