A propósito del Día Internacional de la Mujer, en el que muchas reflexiones escuchamos sobre la importancia que tenemos nosotras en la sociedad y los muchos pasos que hemos dado para vivir en igualdad de condiciones con los caballeros, hoy quisiera reflexionar sobre algo muy simple: la manera de manejar tantas y tantas palabras que en femenino tienen una connotación negativa, mientras que sus homónimas en masculino parecen ensalzar a los señores. Pareciera que cada una de estas palabras, tienen el objetivo de subrayar lo “impuras” o poco castas que somos.
Y entonces tenemos que zorro es un héroe justiciero, mientras que zorra es una prostituta. Un aventurero es un explorador, un hombre osado y valiente; mientras que aventurera es una prostituta. Se dice que un hombre es un perro cuando es duro para los negocios, cuando es tenaz y constante en sus opiniones o empresas… una perra es una prostituta.
Un fulano es alguien sin identificar, una fulana es una prostituta. Ambicioso significa visionario y con metas altas…ambiciosa, prostituta. Hombre público, personaje con renombre, un funcionario… mujer pública, prostituta. Mujeriego, hombre con mucha facilidad para conquistar mujeres. Y la palabra hombreriega no existe, es simplemente prostituta. Y así podría pasarme toda la tarde enlistando palabras, pasando por golfa, loba, perdida, mujerzuela y lo que se nos vaya ocurriendo.
Lo más lamentable es que cuando se trata de insultar a un hombre, terminamos siendo las mujeres que estamos en la vida de dicho sujeto las que salimos a relucir. Y entonces comienzan las mentadas, o la mención a la deshonra de las esposas o madres. Y para colmo, cuando se le quiere “hacer menos” a un caballero, se le llama vieja, nenita o marica, como si todo lo que tuviera que ver con el género femenino fuera una ofensa.
¡Ah! Pero que ahí no para la cosa. Porque también hay muchas otras palabras que en su versión masculina son positivas y en la femenina lo contrario. Héroe, valiente capaz de realizar una gran hazaña. Heroína, droga. Soltero, codiciado. Soltera, quedada. Atrevido, osado, valiente. Atrevida, mal educada, etcétera.
Y mientras no terminemos desterrando esos conceptos, y aprendamos a reivindicar nuestro lenguaje, el cual es nuestra principal herramienta de expresión, no conseguiremos una auténtica equidad. Hacer discursos enormes en donde se desdoblan las palabras con sus “estimados y estimadas profesores y profesoras…” no soluciona nada, mientras no nos quitemos de la cabeza todas aquellas palabras que nos denigran o nos hacen menos.
Pero sobre todo, y POR FAVOR, no seamos nosotras mismas las que hagamos uso de esas palabras… ¡No, por Dios!!... (Bueno, mejor por Dios no)… ¡No, Virgen Santa!
Y a ti ¿qué te dice el espejo?
Gina Serrano