Gil decidió repantigarse en el mullido sillón del amplísimo estudio. Basta ya, pensó, ahora Gamés se entregará a la molicie. El portal Project Syndicate publicó un editorial de Timothy Snyder sobre Trump. Para quienes no conozcan a Snyder: autor o editor de 20 libros, ocupa la cátedra inaugural de Historia Europea Moderna en la Escuela Munk de Asuntos Globales y Políticas Públicas de la Universidad de Toronto y es miembro permanente del Instituto de Ciencias Humanas de Viena. Aquí vamos.
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En los últimos dos meses, los inversionistas financieros han desarrollado una nueva estrategia comercial basada en una regla simple: TACO (Trump siempre se acobarda). El presidente de Estados Unidos amenaza con imponer aranceles masivos a las importaciones, tanto a aliados como a enemigos, o con destituir al presidente de la Reserva Federal, solo para ceder cuando el látigo del mercado impone su férrea disciplina. Luego, vuelve a los aranceles, solo para volver a ceder.
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Muchos estadunidenses temen a Trump, por lo que imaginan que otros también deben temerlo. Pero nadie fuera de Estados Unidos teme a Trump como tal. Los amigos de Estados Unidos temen a un pirómano, alguien que destruye lo que otros han creado. Y los enemigos de Estados Unidos celebran la destrucción causada por Trump y por el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Elon Musk. Cuando Musk renunció recientemente, el principal ideólogo del Kremlin, Alexander Dugin, lamentó su partida: «DOGE le hizo un gran favor al mundo entero liquidando a USAID, el Departamento de Salud y el Departamento de Educación».
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Trump es fuerte en un sentido relativo; tras destruir las instituciones, lo que queda es su presencia. Pero es débil porque, tras haber destruido los departamentos gubernamentales que supervisan el dinero, las armas y la inteligencia, Estados Unidos carece de herramientas reales para tratar con el resto del mundo.
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Sin duda, el carisma de Trump es una especie de fortaleza. Pero no puede aplicarse a ningún problema y es irrelevante fuera de Estados Unidos. Los partidarios de Trump podrían pensar que Estados Unidos no necesita amigos porque puede intimidar a sus enemigos sin ayuda. Pero ya sabemos que Trump no puede obligar a Canadá ni a México, y mucho menos a China, Irán o Rusia, a obedecer sus órdenes
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Durante años, Trump ha usado mítines y redes sociales para incitar a la violencia indiscriminada contra sus oponentes nacionales. Esto ha provocado una autopurga del Partido Republicano y ha forjado una cohorte dócil de cuadros congresionales. Quienes se someten a Trump lo perciben como un hombre fuerte, pero lo que experimentan es su propia debilidad. Y su debilidad no puede convertirse mágicamente en fortaleza en el mundo.
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Se podría ser generoso e interpretar una publicación de Trump amenazando con sanciones como un acto político. Pero las palabras solo importan cuando existe una política, o al menos la posibilidad de que se formule. Pero para que exista una política, deben existir instituciones con personal competente. Y la primera política de Trump fue despedir a quienes fueran competentes para diseñar e implementar una política. Muchas de las personas que sabían algo sobre Ucrania y Rusia, por ejemplo, simplemente han desaparecido de su administración.
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Es una obviedad, pero debe quedar claro: nadie en Moscú cree que Trump sea fuerte. Aunque quisiera, Trump no puede amenazar a Rusia de forma creíble sin instituciones que funcionen y funcionarios competentes. Para que las sanciones funcionen, por ejemplo, necesitaría más personal, no menos. Además, las potencias extranjeras tendrían que creer que el Departamento del Tesoro es más que un juguete de un multimillonario estadunidense. Por desgracia, sus agencias de inteligencia leen los periódicos.
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Putin ha ignorado la exigencia de Trump de un alto al fuego en Ucrania, y Rusia aprovechará cualquier alto el fuego que pueda producirse para prepararse para la próxima invasión. Putin confía, con razón, en que un Estados Unidos neutralizado por Trump no podrá responder, que los europeos se distraerán y que a los ucranianos, tras años de guerra, les resultará más difícil movilizarse de nuevo.
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Lo que es cierto para Rusia también lo es para China. Un hombre fuerte y débil beneficia a la República Popular. El tiempo no estaba realmente del lado de China antes de Trump. Si bien una generación de estadunidenses temía que China superara a Estados Unidos económica y militarmente, las tendencias en los últimos años ya no eran tan claras, o incluso se habían invertido. Pero ahora que Trump ha decidido destruir la capacidad estatal de Estados Unidos, China puede simplemente tomar lo que antes habría tenido que luchar para obtener.
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Como todos los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la charola que soporta la botella de Grey Goose, Gamés pondrá a circular las frases de La Rochefoucauld por el mantel tan blanco: “Algunos necios suelen tener ingenio, pero ninguno tiene discreción”.
Gil s’en va