Y sus hijos tenían iniciativa para hacer las cosas; eran acomedidos. Estaban educados para no quedarse de brazos cruzados. Pedían las cosas por favor. Eran AGRADECIDOS; uno de los valores más debilitados y ausentes hoy día. Nuestros abuelos no iban a “Escuela para Padres”.
Pero sus hijos respetaban la casa, la hora de la comida. Ni de broma hacían gestos o caras de fastidio. El respeto y las buenas maneras se enseñaban en casa. Sus hijos se levantaban temprano y se ponían a hacer lo que les correspondía POR SU PROPIA CUENTA. Jamás les permitían levantarse a las 11 de la mañana o a la 2 de la tarde.
Nuestros abuelos no leían a Stephen Covey, ni a John Maxwell, ni a Martha Alicia Chávez.
Y sus hijos no los ignoraban, ni les contestaban de mala manera. Ni se aislaban en su cuarto al llegar de la escuela. No actuaban con poses “como si nos hicieran un favor ellos a nosotros” cuando les pedían bajar a comer. Nuestros abuelos no iban a conferencias. Poseían algo que se llama “sentido común” para entender que los patos no les tiran a las escopetas. Sus hijos NO decidían el menú de la casa, ni trataban a sus padres como sirvientes ni les daban instrucciones.
No necesitaban que les recordarán que ellos eran los padres. Los guías y los modelos a seguir. Nadie tenía que explicarles que sus hijos NO PODÍAN GRITARLES NI INSULTARLOS.
Nuestros abuelos NO iban al psicólogo para que les dijera lo que ellos YA SABÍAN. No necesitaban que nadie les recordara acerca de su rol de autoridad. Sus hijos no tenían “baja tolerancia a la frustración” ni la “autoestima debilitada”. Simplemente aprendieron a comportarse a la altura y a no ser un payaso mal educado.
Si algo tenían de virtud, es que NO FINGÍAN ser ciegos ni sordos. Asumieron SU RESPONSABILIDAD y entendieron que su función principal era SER PADRES, antes que ser “CUATACHOS” de sus hijos. Ellos no “negociaban” los castigos ni pedían opinión a sus amigos sobre cómo educar a sus vástagos. Ellos poco hablaban. Eran gente de acción. Sus hijos no se les trepaban al cuello.
Nuestro peor problema, para muchos padres de hoy, es concluir tontamente que LOS HIJOS DE AHORA SON “EL PROBLEMA”.
