Cultura

Así empezó todo

  • Semillas de conciencia
  • Así empezó todo
  • Gabriel Rubio Badillo

Con ilusiones y sueños. Mostrando la mejor cara, los sentimientos más sublimes. Desbordándose y dándose el uno al otro. Nadie empieza el amor pensando en fracasar ni en arruinarse la vida mutuamente. No pasa por la cabeza la idea de que algún día se estará firmando un divorcio mientras se escucha decir al Sacerdote “Ya no son dos sino una sola carne; lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.

Así empieza todo; con el amor traspasando las miradas, desafiando al tiempo e inventándolo cuando no hay suficiente para verse y estar juntos. ¿Cómo algo tan hermoso acaba por volverse un infierno? ¿Acaso nos debíamos algo el uno al otro? No. Para nada. Éramos dos perfectos desconocidos hasta que la vida nos cruzó en el camino. Se suponía que era para amarnos. Para complementarnos. Para ser el impulso del otro y que nos convertiríamos en el motor y la razón de ser; y un día lo fuimos. Un día conseguimos eso sin saber cómo, y nos fuimos volviendo imprescindibles en la vida del otro. Pero de pronto comenzamos a cobrarnos cuentas pasadas, rencillas viejas, cosas que pensamos que la vida nos debía. Empezamos a ocuparnos más en tener la razón y olvidando que se trataba sólo de ser felices. No nos habíamos hecho nada, no había deudas entre los dos; éramos dos extraños recién llegados, pero resentidos con nuestro pasado.

Empezamos a competir en una relación donde solo se trataba de colaborar. Empezamos a gritarnos más fuerte el uno y el otro y convertimos el amor en una competencia de insultos. Fuimos dejando de lado las miradas eternas porque dejamos que la rutina se comiera nuestros días. Dejamos de escucharnos. De preguntarnos cómo estamos. Nos dieron flojera los detalles por los que antes nos desvivimos. Por tontos. Por dejar que el absurdo se nos viniera encima. Quizá nos hizo falta caminar más, discutir menos… calentarnos el café con una rosa junto a la taza, dejar el maldito celular botado. Tal vez sólo se trataba de no dejar de acariciarnos.

Y míranos ahora: el amor se nos volvió una carnicería: para estas alturas nos hemos dado más mordidas que besos, más desdenes que caricias. El amor sigue siendo la palabra más pronunciada y la menos entendida.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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