La aprobación presidencial depende en gran medida de la legitimidad inicial y el cumplimiento de expectativas. Un presidente que llega al poder con un mandato fuerte, producto de una amplia votación, suele disfrutar de un periodo de confianza social. La narrativa de cambio, la cercanía con la gente y la percepción de honestidad fortalecen la valoración ciudadana en los primeros años.

Otro factor central es el impacto de las políticas públicas en la vida cotidiana, especialmente los programas sociales, el manejo de la economía y la respuesta a crisis. Si la ciudadanía percibe mejoras en empleo, bienestar o estabilidad económica, la aprobación se mantiene alta; en contraste, una mala gestión en estos rubros suele traducirse en desgaste político.
La aprobación también depende de la comunicación y el contexto, la capacidad de marcar la agenda mediática y de mantener cohesión con aliados refuerzan su respaldo. Sin embargo, problemas persistentes como la inseguridad o la corrupción pueden erosionar esa aprobación si no se contrarrestan con resultados visibles en otras áreas.

Si bien hay factores comunes para evaluar cada administración, cada presidencia en nuestro país tiene sus propios factores con la que es evaluada. Parafraseando a Daniel Cosio Villegas “hay un estilo personal de aprobación presidencial”. Por ello es necesario distinguir no sólo que factores influyen, sino cuanto.
No obstante estas diferencias entre administraciones es necesario contar con comparaciones históricas para determinar si el los porcentajes que observamos en el agregado de la aprobación o por separado, en cada área de gobierno, son altos o bajos. También nos ayudan a determinar que factor pesó más en cada presidencia. Y finalmente que similitudes o diferencias puede haber entre una presidencia y otra. Por ello la comparación con los números del antecesor de la actual Presidenta Claudia Sheinbaum, son imprescindibles.

La aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador entre 2018 y 2024 fue consistentemente alto en comparación con presidentes anteriores, con aproximadamente un 60-70% de aprobación durante gran parte de su mandato, aunque con fluctuaciones en momentos clave.
Tras ganar con el 53% de los votos en 2018, López Obrador inició su gobierno con una legitimidad democrática muy fuerte. Su narrativa de “cuarta transformación” generó expectativas de cambio profundo en materia de corrupción, desigualdad y desarrollo económico. Este capital político le permitió mantener respaldo aun frente a decisiones controvertidas.
Uno de los pilares de su aprobación fue la ampliación y creación de programas sociales. Iniciativas como las pensiones para adultos mayores, becas para jóvenes y apoyos a personas con discapacidad se consolidaron como políticas universales que llegaron a millones de hogares. El contacto directo entre el gobierno federal y los beneficiarios reforzó la percepción de un presidente cercano al pueblo, lo que se reflejó en los altos índices de aprobación.

Las conferencias matutinas, conocidas como “mañaneras”, fueron un elemento central de su estrategia política. A través de ellas, López Obrador estableció la agenda mediática, descalificó adversarios y defendió su gestión. Su estilo coloquial y confrontativo resonó en amplios sectores, especialmente en las clases populares, que lo percibieron como un líder auténtico.
La pandemia de COVID-19 representó un momento crítico. Si bien su gobierno fue criticado por la gestión sanitaria y la estrategia de vacunación, la recuperación económica y el mantenimiento de programas sociales atenuaron los costos políticos. La aprobación se sostuvo gracias a que, pese a los impactos de la recesión, no hubo recortes significativos en apoyos sociales ni crisis macroeconómicas graves.
El combate a la delincuencia organizada y la inseguridad pública fueron los rubros con peores evaluaciones. Encuestas muestran que la percepción ciudadana sobre avances en narcotráfico y delincuencia fue consistentemente negativa. Sin embargo, este tema no fue suficiente para erosionar su aprobación general, debido al peso mayor de los factores económicos y sociales.

La relación bilateral con EE.UU. también influyó. A pesar de tensiones iniciales con Donald Trump por migración y comercio, López Obrador mantuvo un vínculo pragmático. Con Joe Biden, la cooperación en temas energéticos y migratorios aseguró estabilidad, lo que se tradujo en una percepción positiva de su papel en política exterior.
De acuerdo con datos de Parametría, López Obrador mantuvo niveles de aprobación superiores a los de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en periodos comparables. Mientras sus predecesores enfrentaron caídas abruptas hacia el final de su gestión, AMLO cerró su sexenio con cerca de 70-80% de aprobación, una cifra históricamente alta.
En conclusión, la aprobación de López Obrador entre 2018 y 2024 dependió de una combinación de factores: el respaldo social derivado de los programas de bienestar, su estilo de comunicación política, la percepción de cercanía con la ciudadanía y la estabilidad económica. Aunque la inseguridad fue su mayor área de debilidad, esta no logró opacar la fortaleza de su narrativa transformadora ni el efecto tangible de las transferencias sociales en millones de familias.
El próximo lunes 1 de septiembre la Presidenta Claudia Sheinbaun presentará su informe de gobierno a poco menos de un año de haber tomado posesión. Algunos de los factores que determinan su aprobación tienen similitudes con los de su antecesor, y en alguna medida son inerciales. Sin embargo, el estilo de su administración tiene diferencias sustanciales. La semana entrante Parametria presentara su dato de aprobación con sus posibles determinantes.